Los niños son el futuro y pequeños ángeles en la tierra, y es por ello que en este artículo te describiremos como era la relación de Jesús y los niños en los Evangelios, además de otros datos interesantes.
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Jesús y los niños
La infancia es uno de los recuerdos más memorables de una persona, ya que es la etapa donde en su mayoría el niño se siente feliz. Es por ello que al ser considerados tan importantes, vamos a describir como Jesús se comportaba alrededor de ellos en el Evangelio.
Para ello, vamos a comenzar como era la visión que tenía la gente en esa época sobre los niños, y es que eran menospreciados por las personas durante esos años. Pero hubo una persona que no pensaba igual, y este era Jesús.
Para él, los niños eran modelos a seguir, porque representaban la inocencia y pureza del ser humano. Pero al no tener hijos propios, Cristo disponía de suficiente amor para ser repartido entre los niños y pecadores.
De hecho para Jesús, aquellas personas que mantenían aún esa esencia de inocencia dentro de sí, las puertas del cielo estarían abiertas eternamente.
¿Qué queremos decir con esto? esta forma de comportamiento era considerado normal y habitual para los judíos, por lo que no es sorpresa que los apóstoles actuarán en base a ese pensamiento.
Pero como muchas personas que viven adelantado a su tiempo, Jesús veía mucho más allá y por ende, le pedía a los seguidores que consideraran a los niños no como una debilidad, sino como una fortaleza.
Teniendo eso en cuenta, en los evangelios se refleja las acciones y pensamientos de Jesús sobre este tema, todo mediante ejemplos o parábolas. Los infantes a los ojos de Dios, son puros por diversas razones: no poseen ambición, envidia, rencor, avaricia, no piensan en causar el mal a otra persona, entre otros.
A través de su palabra, Jesús busca es demostrar que los niños merecen todo el amor del mundo, y que mantener un corazón puro, limpio y humilde son las actitudes correctas para llegar al Reino de los Cielos.
En una oportunidad Jesús menciono las siguientes palabras: el que acepta a este niño en mi nombre, entonces me recibirá a mí, y por ende recibirá a Dios.
Pero para poder entender un poco esta frase celebre, vamos a ir un poco más atrás para conocer el contexto real de la situación. La historia comienza un día, cuando los discípulos le preguntan a Jesús sobre quien de todos ellos serían el más grande de todos, y como respuesta a esas inquietudes Cristo decide llevar a Pedro, Santiago y San Juan a otro lugar.
¿Por qué hizo esto? Para Jesús esta era una señal inequívoca de infección, que si no se arrancaba de raíz podía desatar el mal en sus amigos. Y es que Jesús conocía la tentación del hombre, y más aún de sus amigos más íntimos.
Por ellos, lleva a los hombres a una ladera y les muestra a un niño, diciendo las palabras que se mencionaron anteriormente. Y su motivo era demostrarle a ellos que el alma de los niños era sincera y pura, pero sobre todo, era un ejemplo de como un cristiano debería vivir.
Otro ejemplo de su amor y devoción a los niños aparece en el Evangelio de Marcos capítulo 10, versículo 13 al 16; que dice lo siguiente:
Jesús le pide a los discípulos que no alejen a los niños de él, y que dejen que ellos sean libres de hacer lo quieran.
A partir de esa decisión las personas empezaron a llevarle a sus hijos para que los bautizaran, una acción que no fue bien vista por los apóstoles debido a que consideraban a los niños como molestos y que debido a su naturaleza, se tomaban muchas confianzas con su maestro.
Ahora bien, para ésa época la costumbre era que los niños fueran bendecidos por los jefes de las sinagogas, hoy conocidos como rabinos. Pero al crecer la fama de Jesús y sus milagros, las personas empezaban a recurrir con más frecuencia a su sabiduría.
Con estas acciones, Jesús buscaba enseñar que la esencia de los niños eran la puerta al cielo, y que el bendecirlos no eran una obligación sino más bien un placer.
Es por esta razón que si ves un niño, lo veas de la forma en que Dios los veía, ya que para él son considerados sagrados. Esta afirmación aparece en el Evangelio de Mateo capítulo 8, versículo 1 al 5; capítulo 10, versículo 12 al 14.
Ahora regresando a los hilos de la historia, existen muchos fragmentos de los celos de los Discípulos en los Evangelios. Debe recordarse que ellos eran hombres normales, muchos eran pescadores, hombres del gobierno que recolectaban impuestos antes de convertirse en apóstoles, por lo que Jesús entendía que no controlaban ese lado de ellos.
Pero un día Jesús decidió darles una lección, cuando en una ocasión la madre de Juan y Santiago le solicitó que le guardara dos primeros asientos al Reino de los Cielos, y que causo protestas y reclamos entre los otros 10 apóstoles.
Como respuesta Jesús en la última Cena lavo los pies de todos los presentes, para de esta forma enseñarles una lección de humildad.
Pero analizando con mayor detenimiento el Evangelio, la pregunta que los apóstoles hicieron no era para saber quién de todos ellos serían el más Santo, sino para conocer quién tendría la dignidad o el mayor privilegio en el Cielo.
El pensamiento de los discípulos ante esta respuesta es desconocida, y aún hoy día causa desconcierto en algunos adultos. ¿Cómo los niños pueden ser la llave para vivir en los reinos de los Cielos?
Ellos son pequeños y débiles, no tienen nada que ofrecer, pero nada más lejos de la verdad. La humildad es una muestra de un corazón puro, y para Dios el rango, jerarquía o el papel que posea en la sociedad son irrelevantes.
De hecho una similitud que tienen los niños con los pobres, es que ellos aceptan con felicidad las cosas que le obsequian. El término de “hacerse como los niños» es un mensaje de humildad que busca transmitirse a las personas, y que en sencillas palabras significa que aquel que no deje atrás quien era y quién es, nunca podrá ser discípulo de Jesús y de Dios.
Una persona que vele por el prójimo, defienda al indefenso y al humillado, es un ejemplo claro del tipo de persona que es. Y estas virtudes se ven muy poco en la actualidad, causado por la competitividad y el deseo de superarse cada día.
Ser como niños no están fácil como suena, ya que tener un corazón bondadoso no se logra en un corto tiempo. Renunciar a los placeres, al poder y a quien somos es un trabajo duro.
Ahora, las palabras de dejar que los niños se acerquen a él, aparecen nuevamente en Mateo capítulo 19, versículo 13 al 15.
Y es una confirmación de la importancia y el valor que le daba Jesús a los niños, de hecho, la forma en que Jesús bendecía a los niños no era de la forma tradicional. Normalmente la forma en que se hacía era solo con las manos, pero Marcos lo especifica un poco más en su evangelio, diciendo que no solo imponía sus manos sobre ellos, sino que tenía además el gesto de abrazarlos.
Todos estos no son los únicos ejemplos de Jesús y los niños, existen muchos más, pero los mencionados son los más destacados de todos.
Con todo lo anterior dicho, se debe entonces tener en claro que según los apóstoles y los registros bíblicos, para Jesús los niños eran una figura de inocencia y ejemplos a seguir. Él defendía su naturaleza, y no dejaba que nadie los tratara de mala manera en su presencia.
Postura de Cristo frente a los niños
Cuando nos referimos a la postura de Cristo ante los niños, nos referimos a la opinión que tenía de ellos. Por esta razón vamos a detallarte las más importantes, y cuál fue la actitud que tomo ante la mala opinión que tenían los judíos de ellos.
Cuando Cristo conoce a los niños: Desde un principio Jesús conocía la bondad de los niños, sabía cuáles eran su forma de comportase, y por ello hablaba con ellos sin ningún tipo de prejuicio. Esta descripción se puede ver claramente en el Evangelio de Mateo, capítulo 11, versículo 16.
Allí se menciona una parábola de Jesús y unos niños que tocaban una flauta, en donde se muestra la naturaleza traviesa de ellos. Pero en vez de verlo como algo malo, Cristo sabe que solo son niños, y sus acciones no los definen como algo malo, sino todo lo contrario.
Jesús valora a los niños: Como se pudo observar en el apartado anterior, Jesús tenía un enorme aprecio a los niños, y cuando se dirigía a ellos solo existían palabras de alabanzas. A la vista de Dios, los niños son perfectos, son los inteligentes y a quién Dios confía totalmente. De hecho, cuando vemos a un niño no vemos su estatus o lo que aporta, solo vemos la inocencia y la luz que irradian desde su alma.
Cristo los quiere: En solo dos oportunidades se puede leer la palabra caricias en los Evangelios, y en dichos momentos solo van dirigidas a Jesús y los niños. Estos se encuentran en Marcos capítulo 9, versículo 35 al 36; y en Mateo capítulo 18, versículo 1 al 5.
Allí se menciona a Jesús abrazando a los niños, con un sentimiento que ni con su madre demostraba, pero debe destacarse que era una caricia sin dobles intenciones. Para él los niños representaban lo mejor de la humanidad, y abrazarlos era una forma de reconocimiento de este hecho.
Para Dios, los niños son los primeros en la línea de protección, sus ángeles los custodian en primera fila y cualquier mal que le hagan será escuchado por el mismo. Jesús los cura: En Marcos capítulo 5, versículo 39, Jesús cura a una pequeña de 12 años a quien llama Talith, que su traducción al español significa niña mía. La niña se encontraba poseída por una mujer pagana, que significa que no creía en Dios sino en el demonio de la crueldad. Al librarla del demonio, Jesús le pide a los padres que la alimenten, y que lo hagan no solo para alimentar su cuerpo, sino su alma también. Este no es el único caso de este tipo, existen muchos más, pero en esta oportunidad mencionaremos dos más. El primero aparece en Lucas 7, 11-15, un caso donde Jesús cura al hijo de una viuda. La mujer por vergüenza decide no pedirle ayuda a Jesús, pero él se acerca y al ver el tamaño de la cruz que cargaba, y pronuncia las palabras: Joven levántate, crece tanto por dentro como por fuera. El segundo caso es cuando cura al hijo de un oficial que pertenece a la realeza, y que se encuentra en Juan 4, 46-54, allí se menciona que con solo creer en Jesús, el niño se cura milagrosamente. Con todo esto mencionado, se pueden generar muchas disyuntivas ¿Por qué Jesús causaba tantos milagros alrededor de los niños? y ¿Cómo era la actitud de los niños ante Cristo? De acuerdo a los evangelios, los niños tenían una enorme devoción a Jesús, y al verlo ellos corrían hacia él. Esa actitud misteriosa y distante que Jesús podía reflejar en ese entonces ante los adultos, y los apóstoles, no se observaba en los niños. Y es que hay que recordar que los niños tienen un sexto sentido en ellos, que con él, logran identificar y percibir las buenas vibras. Jesús era amor, y como tal, irradiaba luz que era percibido por los niños y los animales. Con todo lo anterior, podemos decir que Jesús amaba a los niños, y por ello era tan protector y cuidadoso con ellos. Muchas veces podía ser señalado como misterioso en sus decisiones, pero con los niños era muy abierto y transparente, no había mensaje oculto en su forma de comportarse. Anteriormente mencionamos un poco sobre el amor de Jesús a los niños, pero este tema es necesario desarrollarlo con mayor profundidad. Un día Jesús se encontraba dándole un abrazo a un niño, luego de regresar de un largo viaje, junto a él estaban sus apóstoles y Jesús decide preguntarles la razón de su mirada; respuesta que ya conoce pero que hace para saber si hablan con sinceridad. Cristo espera, y al rato varios apóstoles le preguntan quién de todos es el más importante; es decir, quién era considerado el más digno del cielo. Para poder responder, Jesús llama a un niño y lo pone frente a ellos, y les dice que pongan atención a lo que estaba por decir: Aquellos que deseen vivir en el Reino de los Cielos, solo lo harán si cambian y viven como niños. Estas palabras pueden sonar confusas para el que los lee, pero su significado es bastante sencillo de comprender. Los niños son seres que no piensan en ser mejor que los otros, y por ello Dios pide que los adultos piensen igual. Hemos mencionado mucho las imágenes de Jesús y los niños que tenían en esa época, pero no hemos podido detallar correctamente de que se trata ese esencial infantil que Dios exige a los apóstoles y a todos sus creyentes. Para ello, vamos a mencionar al evangelio de Mateo capítulo 18, versículo 5, en donde Jesús menciona su amor a los niños y que forman una parte de él. Al igual que Jesús le pidió a Nicodemo renacer del agua y del espíritu, Dios pone una condición para llegar al Reino de los Cielos, y es el hacerse como niños. ¿Pero quién es Nicodemo? Este hombre fue alguien con una enorme influencia entre los fariseos, una secta religiosa bastante riguroso con su forma de pensar, y con un gran dominio en Israel. Nicodemo mantuvo una importante conversación con Cristo y fue un ferviente creyente de él cuando lo conoció. Ahora bien, es necesario aclarar que Jesús no pide que las personas vivan en el infantilismo o en la inmadurez, es más, busca que las personas reencuentren esa inocencia que perdieron, y con ello limpiar el alma. El término de infancia se refiere a sencillez espiritual, el no tener una segunda intención, no darle las vueltas a las cosas. En cuanto a infancia espiritual, es un descripción que se le a la confianza que tiene Dios en nosotros, y se representa con no dejarse vencer, mantener esa actitud juvenil, amable y dulce. Pero debe tenerse en claro, que infancia espiritual tampoco debe ser malinterpretado, ya que no se refiere a ser ignorante de las cosas, sino más bien ser conocedor de todo y aprender a juzgar al igual que Dios. La tergiversación de estos términos, los prejuicios y el artificio son actitudes que traen consigo malicia al alma, y por ende ensucia y envenena la infancia espiritual. Vivir de esta forma no representa tampoco que vivamos en un eterno sacrificio, ni tampoco evitarlo por miedo a las represalias, ya que ese no es su objetivo. Para ello te mostramos un ejemplo de que significa infancia espiritual, claramente retratada por Santa teresa del niño Jesús, o también conocida como Teresa de Lisieux, una religiosa perteneciente a las carmelitas descalzas, que vivió en Francia por 24 años y fue santificada por la Iglesia en 1925. Teresa era una joven mujer que vio más allá de la superficie, y buscaba solucionar los problemas a través de la oración y el sacrificio. Esta mujer mostró una determinación y a pesar de su constante sufrimiento causado por su enfermedad, ella no se quejó y siempre mostraba un rostro sonriente y tranquilo. Lo que la destaca es su tenacidad al dolor, y su compromiso a la fe, ya que ella mantuvo su padecimiento oculto por mucho tiempo, esto con el fin de evitar preocupación y angustia entre el resto de sus hermanas carmelitas. Para ella saber que Dios estaba con ella, era más que suficiente. Su forma de pensar y de ver la vida eran las cualidades que posee un alma juvenil, ser sencillo, amar al prójimo y dar apertura al espíritu Santo en el alma. Ser siempre abierto y nunca cerrado, vivir de manera sencilla y sin soberbia; amar con el corazón y no con la mente, confiar desde el alma y no temer ni desconfiar. Debemos tomar en cuenta que todas esas capas o barreras que cada día nos ponemos encima, no tienen ningún propósito real al momento de ser juzgados en el purgatorio. Por ende, ¿por qué no vivir de manera despreocupada al igual que un niño? ¿Por qué temer al resurgimiento de nuestro niño interior? Con todo lo anterior expresado, podemos decir que vivir como un niño pero no ser uno, no significa nada malo. Tener un alma infantil o vivir a través de la infancia espiritual, no debería ser condenado o considerado por los demás como una forma inmadura o surrealista de vivir la vida. Dios nos dice que para entrar al reino de los Cielos, debemos hacernos como niños, es decir recuperar esa inocencia perdida que tuvimos cuando eramos pequeños. ¿Y por qué razón no? ¿Acaso por el que dirán los demás? Las personas deben comprender que la vida no se vive a base de lo que piense el otro, ya que al momento de ser juzgados, ninguno de ellos estará a tu lado ayudante o metiendo la mano por ti. Si bien es cierto que el mundo está en constante cambio, y la humanidad busca adaptarse de la mejor manera, ¿por qué razón no podemos hacerlo con una actitud bondadosa y humilde? Es sorprendente la cantidad de maldad que existe en el mundo, muchos o en su mayoría causados por el ser humano. Pero como dijo Jesús, la expiación de nuestros pecados es posible si se desea con el corazón, ¿y por qué no comenzar ahora? Existen muchos casos en donde las personas son señaladas como infantiles, o demasiado inmaduras para su edad, y es porque ellos viven en la ignorancia del verdadero tesoro que esas personas guardan en su corazón. Dios dijo que solo en el cielo habrá niños, y cuando él se volvió un hombre de carne y hueso, hizo todo lo que pudo para convertirse en lo mejor que tiene el hombre, y esta es su esencia infantil. Él no decidió llegar como adulto, lo que muchos considerarían para evitar perder el tiempo, según la opinión popular, sino que llegó y nació en la tierra como un bebé. Pero Dios no creo el mundo de esta manera, el hombre nace, se reproduce y muere, y este ciclo se ha mantenido desde el origen de nuestros tiempos. El mundo se ve renovado con oleajes de nacimientos cada año, cada uno con nuevos aportes al mundo y con un propósito, entre ellos el mejorar el mundo con su presencia. Ser juvenil no es algo malo, ver el mundo de forma diferente tampoco; vivir de manera sencilla o humilde no significa que seas alguien raro o loco. Si te gusta estar bajo la lluvia y disfrutar de la sensación, ¿por qué no lo haces? Si te gustan las películas animadas ¿por qué suprimir el deseo de verlas? Según Giovanni Papini, un escritor italiano que antiguamente profesaba ateísmo y que causo posteriormente una enorme polémica al convertirse en ferviente católico, decía en una cruel paradoja, muy común en él ya que era bastante conocido por su estilo satírico en sus obras, lo siguiente: Jesús, aquel que nadie llamaba padre, sentía una especial atracción por los niños y los pecadores. Ambos representaban los dos lados de la moneda, la inocencia y la caída del hombre, ambos indicativos de la salvación. Por un lado tenemos la inocencia, símbolo de pureza y que en opinión de Jesús, no había necesidad de redención. Por el otro lado tenemos el pecado, un alma que necesita la purificación para su salvación. Ambos son el extremo del otro, y en el medio solo personas en peligro de ser castigadas por Dios. El medio simboliza el limbo, un alma corrompida y un poco intacta a la vez; dentro de ella solo se ven hombre infectados dentro de sí, y con una mascará de amabilidad por fuera. Dentro de esta zona solo se ubican las personas que han perdido su inocencia, no poseen luz alguna y debido a ello no tienen la capacidad de oler o detectar siquiera, el hedor de la putrefacción que llevan dentro. Estas duras palabras de Papini reflejan claramente la descripción del infierno, el cielo y el limbo, como es conocido comúnmente por las personas en la actualidad. El cielo se representa por los niños, los pecadores son el infierno, y las personas que poseen partes de ambos lados simbolizan la mitad de ambos mundos. Pero muchos se preguntarán, ¿Por qué los pecadores son tan amados por Jesús y merecen mayor salvación que los que están en medio? Aún en la actualidad no se sabe a ciencia cierta la respuesta a esta pregunta, pero existen muchas especulaciones de este asunto, y es que para Jesús aquella persona que desea ser salvada y se redime de los pecados cometidos, merece una oportunidad en el Reino de los Cielos. Veámoslo desde este punto de vista: ¿Alguien que se encuentra en lo más hondo no buscará la redención ante Dios? La palabra pecadores puede ser malinterpretada por muchos, ya que representa lo malo del ser humano, pero desde la visión de Jesús esto no es así. Un pecador tiene mayor oportunidad de ser salvador, que alguien que ni siquiera sabe que ha pecado. La mayoría de las personas viven el día al día sin saber que su forma de actuar es un pecado, ya que creen que están en lo correcto; vean a las personas que ganan dinero con la ilusión de la gente, aquellas que ven al prójimo luchar y solo voltean la mirada. Es debido a esto y a todos los motivos explicados con anterioridad, que para Cristo, la inocencia debe ser protegida, al igual que los niños en el mundo. Cristo y los niños son uno solo, ellos son él y él son ellos, ambos forman parte del otro, y no pueden separarse y analizarse de manera individual. Con esto podemos concluir, que no hay nada de malo ver la vida a través de la inocencia y una infancia espiritual. Algún día seremos juzgados, por lo que, ¿por qué no buscar desde ahora la redención? Para complementar la información leída, a continuación te dejamos otros artículos que también puedes visitar:Amor a los niños
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Conclusión