La justicia de Dios y su perfección en la Biblia

La justicia de Dios es una muestra de su propia naturaleza porque Él es justo. La justicia siempre está presente en nuestras vidas. A pesar de que por su palabra y el sacrificio de Jesús por nosotros hemos sido perdonados por el Señor, no podemos disfrutar de la justicia en sí misma porque esta debe ser establecida en nuestras vidas. En este artículo podrás saber más sobre la justicia de Dios y su perfección.

la justicia de Dios

Justicia de Dios

Hay iglesias en las cuales muchos cristianos se sienten escandalizados por algún juicio que se les haga o por la propia justicia de Dios. Pero este es un atributo de Él muy importante y necesario, según lo que podemos encontrar en las Escrituras, porque se relaciona directamente con su gloria.

Es esencial que como cristianos entendamos que la justicia de Dios existe y es total, es esa integridad de la naturaleza divina, en la que Dios es perfectamente justo consigo mismo, y nos demuestra su completa santidad mediante su justicia relativa, que es reflejo de su perfección, manteniéndose en contra de todo aquello que se oponga e intente dañar su santidad.

Calidad de la justicia del Señor

Para comprender lo que es la justicia de Dios, primero es necesario diferenciar entre lo que es la justicia remunerativa y la distributiva.

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La justicia distributiva

Esta primera obedece a su justicia en el gobierno moral del mundo, a través de su justicia sobre el hombre, donde se toman en cuenta las promesas de bienaventura así como también las advertencias de castigo para quien las transgreda.

La justicia distributiva es la designada por Dios para la ejecución de la ley, puede también tener relación con la justa distribución de las recompensas como los castigos.

Justicia remunerativa

Ahora hablemos de la justicia remunerativa, que se refiere al justo reparto de las recompensas de los hombres y los ángeles. Existe una expresión de Dios acerca de sus bondades como una muestra de amor divino, conforme a sus promesas y a sus pactos. Este pasaje de la Biblia nos protege del orgullo y nos infiere a la humildad, porque todo es recibido por su gracia.

Cuando se habla de aplicar las penas, se hace referencia a la justicia retributiva, que trata de una expresión o manifestación de la ira divina (romanos 1:18:32). Los seres humanos somos merecedores del castigo más no merecedores de recompensa alguna porque la justicia de Dios está obligada a castigar el mal, pero no ofrece recompensa alguna al bien.

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La justicia en la Biblia

Desde los inicios de la historia bíblica, la justicia de Dios se nos demuestra, y la justicia de Dios es perfecta, porque Adán y Eva al ser desobedientes, en ese mismo momento fueron juzgados y por ellos, expulsados del paraíso. Mientras el mundo se corrompía en los años de Noé, Dios también nos juzgó y castigó mandándonos un diluvio. Hablemos un poco más sobre dicho suceso.

Ese diluvio universal que sucedió durante la época de Noé, fue un juicio directo que nos hizo un Dios justo. En la Biblia se menciona que dicha inundación se llevó a su paso a “todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles y las aves del cielo, todo lo que respiraba” Génesis 7:23.

Actualmente muchas personas sienten la historia del diluvio como una ofensa, refutando que en realidad fue una muestra de la injusticia, el capricho o la simple maldad de Dios. Denuncian que la Biblia es promotora de un Dios con débil temperamento que juzga sin discriminación y alegan que solo alguien malévolo podría hacer ahogar a todos los seres vivientes.

Tales pensamientos negativos acerca del carácter de Dios no son nuevos ni sorprendentes, porque mientras haya pecado en el mundo, habrá quienes acusen a Dios de injusto. Ese diluvio tiene muchas opiniones encontradas a lo largo de la historia.

Dios así mismo Dios juzgó y ordenó destruir al pueblo de Canaán, igualmente juzgó a Sodoma y Gomorra, a Nínive y a Tiro. Y de igual manera, durante el juicio final que será frente al gran Trono Blanco, sucederá que todos los pecadores de toda la existencia serán lanzados al lago de fuego. El siguiente video tiene un poco más de información sobre la justicia Dios:

El mensaje de la Biblia de que Dios castiga el pecado es muy claro, y ese castigo o juicio será llevado a cabo por un ejército invasor, por fuego y azufre, o con un diluvio universal, como pasó en el caso de la época de Noé.

El diluvio fue justo porque Dios lo envió y Él es justo, siempre hace lo correcto, y si decretó que debía haber un diluvio universal, entonces fue justo que lo haya hecho, sin importar la opinión de los escépticos. No es algo extraño que tengamos tendencia a opinar sobre la justicia de una manera sobre la que nos beneficiemos nosotros.

De igual manera, Dios juzgó mediante una catástrofe volcánica a Sodoma y Gomorra. Esta historia de destrucción nos hace entender de una manera lo mucho que Dios odia el pecado y, de otra manera, su fuerte deseo de que nos conectemos con él para conseguir el perdón.

De acuerdo al relato de las Escrituras en el Génesis 18, un día llegaron 3 hombres a la carpa donde vivían Abraham y su familia, esos hombres resultaron ser ángeles que fueron enviados por Dios para hablar con ellos, durante su conversación, se le es revelado a Abraham que Dios decidió destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra.

Tal como se lee en libro de Génesis, Dios no quería hacer nada antes de estar seguro de que los habitantes de Sodoma estaban tan ligados al mal que ya no habría ninguna solución, fue por ello que envió a los ángeles en forma de hombres, quería hallar una razón para no mandar la destrucción.

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Así que Dios le prometió a Abraham que no iba a destruir la ciudad si él lograba hallar a diez personas justas. Pero lo sucedido fue que en Sodoma no había ni siquiera diez justos. Por tal motivo, la decisión fue tomada.

Este castigo a las ciudades de Sodoma y Gomorra no fue algo que Dios pensó repentinamente, a lo largo de la Biblia se pueden encontrar pasajes que hablan sobre la pobreza moral en la que vivían sus habitantes desde hace muchos años. A continuación podremos leer algunos de estos pasajes:

  • Génesis 13:10-13: A pesar de que en estos versículos se habla de Sodoma como tierra de regadío y un lugar maravilloso “como el jardín del Señor” también se hace referencia sobre maldad de sus habitantes y la gravedad de sus pecados.
  • En Isaías 3:8-9 se habla sobre que las personas que habitaban Sodoma no tenían vergüenza de sus pecados, por el contrario, se jactaban y enorgullecían de ellos. Ahí podemos darnos cuenta de la clase de inmoralidad que tenían, era tanta que no reconocían sus acciones como pecados.
  • En Ezequiel 16:48-50 podemos ver los motivos que tuvo Dios para destruir Sodoma, esas razones eran la gran soberbia y maldad que tenían, la falta de empatía, lo indiferentes que eran hacia los más necesitados. Se pensaban superiores a los demás, vivían para sus propios placeres y no les importaban las necesidades de otras personas.

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Así mismo, Dios juzgó y castigó a los capataces egipcios de los israelíes, tal como había afirmado que iba a hacerlo en el libro de Génesis, enviándoles 10 plagas.

Ese juicio de Dios fue tan fuerte que también aparece en las tradiciones históricas y proféticas. Estas 10 plagas fueron las siguientes: la primera fue que el agua del rio Nilo se convirtiera en sangre, los peces murieron y el agua tenía un horrible olor.

La segunda plaga fue que Dios hizo que salieran ranas del río. Estaban por todas partes, en las camas, en las vasijas, en los hornos, en todos los lugares. Cuando todas esas miles de ranas murieron, los habitantes de Egipto las amontonaron, por lo que todo el país se llenó de una pestilencia.

Luego Aarón golpeó con su palo el suelo, y la tierra se convirtió en jejenes, pequeños insectos voladores que pican, esa fue la plaga número 3.  Las demás plagas dañaron solamente a los habitantes de Egipto, no a Israel.

La cuarta plaga fueron moscas gigantes que entraron en las viviendas de los egipcios y también hicieron daño a muchos animales, la mayoría de los ganados de los egipcios  asi como las ovejas, vacas y cabras murieron. Luego de la quinta plaga, Moisés y Aarón arrojaron al aire cenizas, dichas cenizas le causaron a las personas y habitantes llagas insoportables, esa fue la plaga número 6.

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Seguido de eso, Moisés alzó su mano al cielo y Dios envió muchos truenos y granizo, fue la más grande y devastadora caída de granizo que había existido en ese país.

La plaga número ocho fue la llegada de un gigantesco enjambre de langostas de tierra, Acabaron con todas las siembras y cosechas que no fueron destruidas por el granizo. Posteriormente, la novena plaga fue la oscuridad total, por tres días una oscuridad muy densa cubrió todo el país, pero en Israel había luz.

La décima plaga fue la más fuerte, Dios le ordenó a su pueblo que esparciera la sangre de algún cordero o cabrito en los postes de la entrada de sus casas. Esto para que cuando el ángel de Dios pasara por encima de Egipto, viera la sangre y no matara a nadie que viviera en esa casa. En caso de que no viera la sangre del animal, debía matar al hijo primogénito, fuera de un hombre o de un animal, y esa fue la plaga número 10.

En los relatos de la Biblia donde se habla de las plagas de Egipto, se quiere hacer evidencia de que todo acto que realice el ser humano, carga con consecuencias y que las acciones divinas se muestra al estar atentas a ellas. Se trata de comprender el lenguaje y la justicia de Dios a través de los hechos humanos. El siguiente video explica de forma sencilla las 10 plagas de Egipto:

Al encontrarnos con el Nuevo Testamento, nos topamos con el juicio que Dios le hizo a los judíos por rechazar a Cristo como mesías, a Ananías y Safira por atreverse a mentirle a Dios, también juzgó a Herodes por su orgullo, a Elimas por ponerse en contra del Evangelio, y también a los habitantes cristianos de Corinto por su falta de seriedad con respecto a la Cena del Señor, quienes fueron abandonados con enfermedad.

Dios siempre actúa en la historia y cuando se pasa por alguna crisis, no solo se trata de que sea un castigo de Dios, sino de que sepamos sobrellevar y superar esas adversidades como demostración de que sabemos que Él nos protege.

Justicia y enseñanza de la Biblia.

En escritos como la ley, los profetas, las palabras de Cristo, los escritos de los Apóstoles, entre otros, se mantiene muy presente la justicia Divina. Por ejemplo, la legislación mosaica se aplicaba con estrictos correctivos mediante la acción de la providencia directa en las ocasiones cuando el pueblo rompía la ley.

La ley mosaica se trata de las leyes que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí luego de haber liberado a los habitantes de Israel de la esclavitud. Estas leyes incluyen a los 10 Mandamientos, las órdenes para poder vivir en sociedad así como los requisitos necesarios para ser sacerdote, hacer sacrificios, fiestas y estar en el templo.

Estas leyes fueron otorgadas al pueblo de Dios para su propio bien, para que se revelaran a ellos y los diferenciaran con la finalidad de revelarse ante otros, así mismo, para mostrarles lo necesario que era que la humanidad tuviera un salvador.

la justicia de Dios

En los libros nombrados, primero se muestra y se explica cómo se aplicaba la ley en esas situaciones donde las promesas de juicio eran constantes y estaban siempre acompañadas por el compromiso de la restauración en caso de que realmente hubiera arrepentimiento.

En los libros de Eclesiastés también aparecen algunas partes donde se refieren a Dios como un justiciero. Pero en el Nuevo Testamento, se habla sobre Dios como un ser de amor, ya que los juicios y la aplicación de la justicia divina vienen como una muestra de amor, porque dicha justicia purifica lo inmundo y santifican a los humanos ante Él.

Jesús y la justicia divina

Siempre desde que el hombre existe, se ha encargado de crear conceptos, imágenes y formas para acercarse más a Dios, y Jesús afianza esa relación, ya que la imagen de Dios que él expresa y representa es una forma diferente de acercarse Él. El Dios que conoce Jesús no es poder ni castigo, sino que es amor y misericordia.

En su convivencia con nosotros, Dios ha tomado un modo de vida entregado totalmente al amor, al servicio, al auxilio de los más necesitados y a la denuncia de la dominación. El mensaje de Jesús no trae algún modelo específico de organización de la política, leyes y justicia, ética, entre otros, sino que somos los seres humanos quienes debemos buscar en toda la ciencia de la historia modelos que nos permitan conocer y responder a los valores que nos exigen las Escrituras.

Jesús le pone fin a cualquier particularidad religiosa, crea una relación estrecha entre el amor a Dios y el amor a los hombres de cualquier raza y cualquier nación, establece una conexión consustancial entre la adoración a Dios y la práctica de la justicia adoptada como una forma de liberación de los empobrecidos.

la justicia de Dios

La igualdad en la fraternidad es una característica necesaria del cristianismo, la cual se enfrenta a aquellos obstáculos que no permitan su realización. La justicia cristiana no solo se trata de dar a cada quien lo que le corresponde sino también en dar importancia a la necesidad de las demás personas.

Jesús es consciente de que la justicia es la que trae la igualdad y alcanza a aquellas personas más necesitadas. Para alcanzar su proyecto es necesario acabar con la diferencia de primeros y últimos.

Dios no tiene siempre presente nuestro pasado, no nos juzga según lo que merezcamos o por los trabajos que hayamos realizado. Todo se trata de su gracia en las acciones que demuestra para todos nosotros de igual manera. Esto hace que las personas que tienen en mente solo las formas de justicia humana, queden sorprendidos ante esto sea de manera positiva o negativa.

Para Jesús, que se trate con justicia a una persona, es ir más lejos de lo que se espera, es hacer que esa persona reciba todo su amor. Que se presente la redención de Jesucristo comparándola con una moneda en la cual una de sus caras está la ira de Dios que lanza sobre Jesús, y en la otra su amor, es quitarle la virtud a la gracia, es destruirla y malinterpretarla.

Dios no castigó a Jesús con su ira, porque no estamos ante un Padre que abandona y maltrata o ignora cuando su hijo sufre lo máximo que puede sufrirse. Porque la redención la realiza el Dios trino por completo, y es desproporcionado pensar en un Padre castigador y en un hijo que sufre, que tiene que aguantar el enojo de su Padre precisamente, para lograr salvar el mundo.

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Ese Dios trino es el que permite que el ser humano alcance la salvación, y esa misma la lleva a cabo tomando en cuenta todos los pasos que la hicieron posible. Dios se interesa tanto por el ser humano que se identifica, se encarna y hasta sufre por su dolor. La esencia de Dios no desaparece cuando Jesús asume nuestros pecados, porque el Padre, Hijo y Espíritu Santo están con él, cooperando.

¿Cómo se expresa la justicia en la perfección de Dios?

La expresión de Dios cuando se trata de justicia, suele ser la ira, y no es una ira dirigida a los hombres, sino a la forma de pensar y de sentir que suelen tomar los seres humanos, y sobre todo, al pecado.

La ira divina es una contraparte necesaria hacia todo aquello que es impuro. Es el rechazo que surge de Dios en dirección a todo lo que viole su pureza e integridad. En un sentido muy cierto, se considera a la ira de Dios como una muestra de su amor y justicia divina. Esto es porque Dios verdaderamente ama a la pureza, la paz y la perfección, por eso responde con ira a cualquier persona o cosa que actúe contra ello.

Un término que se encuentra en la Biblia utilizado para la ira es thumus, una palabra proveniente del dialecto thuo que significa originalmente “movimiento violento del aire, el agua, el suelo, los animales o los hombre”. Significa, básicamente, esa rabia que te estremece y que sale del cuerpo y espíritu de una persona. Así que thumos le da significado a esa ira apasionada, que llega y se va de forma veloz.

En la Biblia esta palabra aparece para hablar sobre la ira de Dios siete veces, y en 6 de ellas, utiliza la palabra Dios como calificativo. Aun así, el término más específico para describir a la ira de Dios en el Nuevo Testamento es orge, proviene de la palabra orgao que se refiere a “ir preparándose para descargar”.

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Es de esa manera que se la dio a tal palabra el significado de una predisposición anteriormente contemplada, o una reacción que proviene de la naturaleza de Dios.

La ira de Dios está igualmente presente en la actualidad y es manifestada y revelada por Él. Podemos leer en Romanos 1:18 que la ira de Dios se revela, lo cual está escrito en tiempo presente. Ese verso puede interpretarse de diferentes maneras. Podría estarse hablando de un presente futuro, refiriéndose posiblemente al juicio final.

Cuando vemos a Dios como un ser lleno de ira contra el mal y el pecado, es debido que lo tomemos como una expresión de la justicia. Cuando nos referimos  a la justicia de Dios, tendemos a pensar que Él siempre lleva a cabo sus planes en total acuerdo y armonía con su mismo carácter. Muchas personas consideran que la justicia se traduce a lo estricto de la moralidad.

Absolutamente todo lo que es Dios, lo que dice y lo que hace, es resultado del hecho de que Él es Dios, y por esa misma razón es recto y justo. Todo aquello que está bien o mal, es llanamente correspondido a lo que Dios manda o prohíbe.

Así que, Dios no hace algo u ordena que se haga algo porque sea correcto, sino que es lo correcto precisamente porque fue ordenado por Él. La justicia o el bien no se conciben aparte del Altísimo, como si fuera una regla o ley a la que Él se acopla. Por el contrario, la justicia y el bien son el actuar y la expresión del Padre. El siguiente video es una exposición que habla más sobre esto:

Por lo tanto, la justicia es lo que Dios hace y dice con relación a lo que Él es. Afirmar que Dios es justo es decir que habla y actúa conforme a lo que su naturaleza justa manda y exige. Que fuera injusto implicaría que lo hiciera y dijera, fuera incompatible a su naturaleza. Lo cual sería una contradicción, sería decir que un Dios que es justo trabaja de manera injusta, y esto es imposible de concebirse.

Al hablar sobre la ira como una parte de la justicia Divina, en lo primero que pensamos y que nos preocupa es la justicia retributiva, o aquello que Dios demanda a sus criaturas. Anteriormente ya hemos hablado acerca de la justicia retributiva, pero volveremos a parar en ella un momento para afianzar este punto.

La justicia retributiva es aquella donde Dios nos retribuye a cada uno lo que nosotros merecemos, es aquella en la cual Dios nos trata según las cosas que hayamos hecho. Por lo tanto, esta justicia se traduce como castigo, es una reacción necesaria de Dios ante el mal y el pecado.

La justicia retributiva no es una elección de Dios en sí, Él no elige entre hacerla o no hacerla, como es con el amor, el perdón y la gracia. Por esto, es el castigo por el pecado, se trata de saldar una deuda que se tenía por la realización de ciertos actos. Es algo que Dios debe hacer para no violar su naturaleza de justicia y rectitud.

El pecado es una acción que debe ser castigada. Afirmar que se le quita la culpabilidad y el deber de castigar a las personas que son creyentes, está muy mal, sería malinterpretar horriblemente a Dios y su naturaleza perfecta de perdón. Todas nuestras culpas y pecados fueron imputados a Jesús, convirtiéndose en nuestro sustituto ya que recibió la justicia en nuestro nombre.

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¿Cuál es la importancia de la ira de Dios?

La ira de Dios es importante simplemente porque se trata de una cualidad que es perfecta y tan importante como lo es su amor, su omnipotencia o misericordia. Y es así porque en el carácter de la naturaleza de Dios no hay ningún defecto. La ira es necesaria porque no se puede ser indiferente al pecado.

Dios muestra enojo contra el pecado porque éste es una rebeldía ante su autoridad. Y la ira de Dios por ninguna circunstancia rebaja su amor por nosotros, sino todo lo contrario, porque mientras más indignación sienta Dios por el pecado y mientras más severo sea con él, más amor tendrá, y más ganas de perdonar.

La ira de Dios es un ejemplo de su amor y sentido de la justicia perfectos. El espíritu de Nuestro Padre derrama su amor en nuestros corazones, haciéndonos recordar que Jesús murió en la cruz por nosotros, y su muerte nos salvó de algo que pudo haber sido muy fuerte de su ira. En el video que se presenta a continuación se habla un poco más sobre este tema:

La ira de Dios contra las injusticias

Dios es quien gobierna este mundo y por supuesto, lo hace con justicia, Él nos da autoridad y nos hace responsables de nosotros mismos, ya que estamos hechos a su semejanza y debemos llevar a cabo la justicia en su nombre.

Dios no va a tolerar nada que no esté al nivel de su altísimo estándar de justicia. El Padre odia específicamente a todos aquellos que se aprovechen de otros para su propia conveniencia, así como odia a esas personas que dictan justicia mientras hacen culpable al inocente e inocente al que es culpables. Y sobre todo, odia a los que cometen el peor acto de justicia, quitarle la vida al inocente.

Dios le tiene odio a la injusticia porque ensucia su mundo, su idea siempre ha sido que la justicia sea que la reine en el mundo gracias a los humanos, quienes estamos hechos a su imagen. Él le pide a sus hijos que se cuiden entre ellos con amor y que ayudemos al prójimo a apaciguar su sufrimiento.

El deseo de Dios es que las personas encuentren su satisfacción en Él, que hallen en Él la paz y esa la paz la lleven al mundo a través de la justicia. Por ejemplo, cuando utilizamos balanzas de mentira a nuestro favor, cuando mentimos acerca de nuestra deuda en impuestos, o encubrimos la verdad sobre los acuerdos que hacemos, estamos afirmando que el débil placer del pecado debería ser más importante y buscada que la eterna paz de y salvación de Dios. Que eso suceda, por supuesto no hace sentir bien a Dios ni alegra a su corazón.

El juicio de la justicia

El mismo Jesús nos habla del juicio final y de lo que les pasará a aquellos que han cometido o cometen actos de injusticia. Como leemos a continuación: «Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron» (Mateo 25:42-43).

Y ¿cómo y cuándo fue que pasó eso?, aquí leemos la respuesta: «Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí» (v. 45). Y después va a venir la consecuencia de esa injusticia: «Aquellos irán al castigo eterno» (v. 46). Las personas injustas no tienen lugar en el reino eterno de Dios, por el contrario, pagarán el precio más caro por no ayudar a los necesitados y ponerse en contra de Dios.

El judaísmo tenía concebido que la salvación solamente tenía que ver con dos partes, el ser humano que se enfrentaba ante un Dios que era uno en esencia y único en personalidad. Pero en el Nuevo Testamento, esa concepción cambia y aparece una deidad que es inseparable pero compuesta, que no se ponen frente a frente como partes diferentes.

La misericordia divina no se encuentra en una oposición o frente a la justicia humana, sino que está por encima de ella, la sobrepasa, porque existe por su amor y el amor es lo que todo lo mueve. La gracia no busca su motivo de existir en lo justo solamente sino en la expresión del amor divino de Dios, así es como dice Jesús que actúa su Padre.

Este Dios que fue revelado gracias a Jesús y en él, establece su conexión con el ser humano sobre la base de la desproporción de su perdón, acabando con cualquier barrera que establezca la legalidad.

Lo único que Dios espera es que aceptemos la justicia, Dios no quiere nada de nosotros, solo a nosotros mismo. Cuando los hombres aceptan la justicia de Dios, se asombran, se impresionan y se conmueven. La gracia no trata de ver de forma diferente a cada persona, todas son bienvenidas ya que no tienen que dar nada a cambio.

El amor y la justicia divina

Hay personas que rechazan y no se hacen parte del mensaje de salvación porque sienten como una ofensa el mensaje de la Biblia sobre la ira y la justicia de Dios. Por lo mismo, hay incluso creyentes que tienen inconveniente para ver como una combinación el amor de Dios y su justicia.

Existe la pregunta de cómo podría Dios ser perfectamente misericordioso y justo al mismo tiempo. Esa es una interrogante que se puede despejar. Muchas veces intentamos endulzar el mensaje de juicio y hacer más énfasis en el mensaje de amor, pero es que el amor y la justicia de Dios no se contraponen, de hecho, uno no puede ser concebido sin el otro.

El amor de Dios existe para nuestro bien. Porque si no hay justicia, entonces en pecado se hace imposible de controlar y nos causaría a todos un gran dolor y sufrimiento. Por ejemplo, nadie pensaría que un juez ama a las personas si decide no castigar a un criminal o declararlo inocente, porque dejarlo el libertad no sería bueno para nadie. De igual manera, Dios no puede dejar que los pecados queden sin ser castigados.

Pero esto, de hecho, se trata de un dilema grande para los hombres, porque todos somos culpables delante de Dios, quien es santo. Y es por esa razón que Cristo vino a la Tierra a salvarnos, él llevó sobre sí mismo toda la ira de Dios que merecíamos por nuestros pecados, para que Dios fuera justo y para que tuviera misericordia de nosotros.

Su justicia fue saciada gracias al mayor acto de amor que ha habido por nosotros, la muerte de Jesucristo en la cruz. Esto quiere decir que aquellas personas que acepten ,gracias a la fe, la oferta de salvación de Jesús, no han de experimentar el castigo eterno.

A pesar de que en el cielo todos los creyentes vamos a comparecer frente al tribunal de Cristo, no debemos tener miedo, porque nuestro juicio tendrá el objetivo de determinar nuestras recompensas, no solo de recibir un castigo. Debemos ser agradecidos por ello y prepararnos desde ahora en anticipación a ese momento, respetando y amando a Dios cada día. Te invito a que veas el siguiente video que habla sobre esto:

Misericordia y justicia divina

Hay personas que no logran concebir que Dios sea justo y misericordioso al mismo tiempo, porque se supone que el juez debe trabajar con todo el rigor de la justicia, sin la necesidad de que suavice su sentencia por la compasión que le tiene a la debilidad del acusado.

La misericordia de Dios puede ser definida como la demostración de su amor al mismo pecador. Dios no puede simplemente dejar de ser la causa de la vida de cada hombre, y por lo mismo, no puede dejar de amarlo aunque el hombre lo aleje o lo ignore.

Cuando una persona peca, actuando voluntariamente en contra a la ley de Dios, éste  no puede llanamente mirar hacia otro lado para ignorar sus pecados y seguir amándolo solamente. Sino que asume su error y lo invita a acercarse a él para arreglar los problemas, aceptando la gracia que ilumina la mente de las personas a través de la cualidad espiritual, aclarando el conocimiento y fortaleciendo la voluntad de mejorar. Esa ayuda que nos brinda Dios es la misericordia.

La justicia de Dios no se lleva a cabo solo castigando al pecador, sino respetando la libertad del ser humano, de tal manera de que el pecador no se arrepiente, sino que se mantiene en el discernimiento y voluntad de lo que va en contra a la enseñanza de Dios, y eso es respetado por Él.

Que se aplique la justicia es otorgarle a cada quien sus propios derechos, y si al hombre se le entrega la moral, que lo hace conocedor y responsable de sus actos, es porque la naturaleza se basa en el derecho de obrar con libertad.

La máxima expresión de la Justicia de Dios no es solo en castigar los pecados, sino en respetar la propia otorgación a los seres humanos del libre albedrío y de libertad. La justicia de Dios se expresa con el hecho de respetar los derechos que tiene el hombre de alejarse del bien, a pesar de que eso lo lleve a estar es contraposición de Dios, lo que significa la condena eterna de su alma al no amar a Dios.

La justicia y misericordia no son opuestos en la naturaleza de Dios, ya que se llevan a cabo como dos caras de la perfección de las virtudes divinas. Entender esto no sirve únicamente para conocer y acercarnos más a Dios, sino también para tomar en cuenta lo que debería trascender de eso por el resto de la existencia humana.

Reverencia a la justicia del Altísimo

Como hablamos también anteriormente, en la Biblia se introduce el concepto de justicia con Noé, quien fue la persona que se volvió el poseedor y también heredero de la justicia de Dios. Noé fue la primera persona que supo lo que es tener una buena relación con Dios, ya que en un mundo problemático y corrupto, él supo entender lo que es vivir en ese mundo mientras se está en sana unión con Dios, ser aceptado y poder acercarse a Él.

El momento de Noé también fue la vez primera en la Biblia en la que se habla sobre la fe combinada con el temor. Muchas personas consideran que esos dos conceptos no pueden darse al mismo tiempo. Para entender esto, hablemos sobre un término llamado reverencia:

La reverencia es lo que sentimos o tenemos cuando conocemos o nos damos cuenta de la autoridad de alguien, de que alguien es importante. Y el temor que se presenta en la Biblia sobre Dios, es un temor reverente. Por ejemplo, sería muy extraño que la policía se acercara a tu casa con la sirena encendida y que tú no le prestaras ni la más mínima atención.

Así que, aunque no hayas cometido ningún delito, deberías reaccionar y tener reverencia hacia lo que esa autoridad representa y esa cualidad no debería perderse.

Si lo haces y es a Dios a quien no muestras reverencia, te conviertes en recluso del miedo de los humanos, y si terminas teniéndole más miedo a los humanos que de lo que le tienes respeto a Dios, entonces estás en problema.

Es por esa razón que te puedes sentir afectado y dominado ante las presiones de los grupos, de lo que el mundo opine sobre ti. También que, por ejemplo, cuando llegues a tu casa al final del día, tus hijos muestren respeto y pongan en orden el lugar. Tú no debes ser principalmente amigo de tus hijos ya que en muchísimos momentos de sus vidas, ellos no querrán ni necesitarán hallar en ti un amigo, sino un padre que les hable con fuerza e ímpetu.

Hay personas que cuando se encuentran en el poder, demuestran no ser capaces de asumir la posición que se les otorgó, sea por la razón que sea. Pero que haya una persona mala o que no ejerza su autoridad como debe ser, tú no debes dejar de sentir reverencia hacia la autoridad en general.

Eso es algo que también debes enseñar a tus hijos, porque ellos necesitan saber quién es su guía y su figura de autoridad, porque es posible que en alguna ocasión tú necesites de su intervención en cierta situación, y si ellos no tienen sembrada esa reverencia hacia ti, no podrás contar con que escuchen lo que dices.

Cuando tú le pierdes el respeto a las autoridades, y, sobre todo, a Dios, entonces vas a depender siempre del miedo de los demás, y cuando le tienes miedo a los demás, te vuelves débil y terminas haciendo cosas que no serán del agrado de Dios. Eso precisamente fue lo que les sucedió a varios personajes de La Biblia.

Por ejemplo, cuando Pedro empezó a tener miedo de que las personas hablaran sobre que él era uno del grupo de Cristo, que se expresaba como uno de ellos, terminó negando a Cristo y causándole una triste depresión. Y eso es lo que causas cuando quieres complacer a los demás y cuando no quieres que otros hablen de ti.  Entonces terminas como Pedro, oculto en tu casa, sin salir, solo por buscar la aprobación de los hombres en lugar de la de Dios.

Algo muy parecido también le sucedió a Abraham, se encontró metido en un problema económico y se dispuso a ir a Egipto; su esposa Sara era tan hermosa que tuvo que decirle que dijera a las personas que era su hermana, porque le tenía miedo a Abimelec. Y por la razón de no tener miedo, regaló a su esposa. Abraham hizo eso y por sus actos Dios le selló el vientre a Sara durante veinticinco años.

Esa es la consecuencia de no tenerle reverencia a Dios y de temerle a los demás, atrasas tus promesas, sacas a la fertilidad de tu vida y todo termina mal para ti.

También hay una historia de esto con Elías, quien mató a 400 profetas de Baal. Una mujer de ahí lo amenazó con que le iba a cortar la cabeza, así que Elías rápidamente salió escapando del miedo, terminó en depresión y con pensamientos suicidas, porque, cuando el miedo se le tiene es a los hombres, terminas acabando con tu vida.

Ese es un motivo importante por el cual los jóvenes quieren acabar con su vida, cuando no sienten que encajan en algún grupo, entonces se sienten perdidos, solos, sin propósito porque no satisfacen a los demás, y acaban con su vida.

Es necesario que los padres, demás familiares y amigos les digan a los jóvenes que son tan diferentes y tan hermosos que la gracia de Dios está en ellos y en su vida, que Dios los ha cuidado siempre y que las demás personas pobres de alma simplemente no los entienden, y eso no hace que tengan la razón.

Porque de la misma manera hacían burlas de Noé, lo llamaban loco porque estaba trabajando en la construcción de un arca; pero luego la gente necesitó de él. Y así puede pasar también contigo, los que se burlan y hablan mal de ti, van a terminar necesitándote en algún momento.

Y eso es exactamente lo que debes enseñarles a tus hijos y demás jóvenes que conozcas, que puede que sean diferentes, pero que tarde o temprano, algún día, alguien les va a tocar la puerta porque necesitarán de ellos.

En un momento o en otro, la vida te pondrá frente a frente con esas personas que no creyeron en ti o se burlaron, y tú vas a estar abierto para ayudarlos y serás una bendición para ellos. El final de tu historia será mejor y diferente a la de esos que se atrevieron a burlarse de ti.

Temor por la justicia de Dios

Dependiendo del tipo de pensamiento de cada quien, hay personas que ven el temor a Dios como si fuera una clase de terror, tenerle terror a Dios, Y también hay personas que lo ven simplemente como respeto, como por ejemplo, la forma en la que respetan a sus compañeros de trabajo. De igual manera hay quienes no entienden esto en lo absoluto porque lo ven innecesario.

Esas formas de pensar no están del todo correctas, porque al hablar de respeto, no puede ser el mismo el que existe entre las personas sea cual sea su posición, que el respeto que se le tiene a Dios. Por ejemplo, en un reino, el rey no es respetado por sus súbditos de la misma forma en la que ellos tratan a sus iguales. Te invito a que veas el siguiente video:

Y es así aunque tenga toda la confianza del mundo ante ese rey, como nosotros que estamos ante el trono de Dios gracias a la sangre de Jesucristo, aunque fuera el hijo del rey, como nosotros que somos hijos de Dios mediante la fe, aún así, sería un súbdito ante el Rey. Y a Dios, como no es solo un rey sino el Rey de reyes, le debemos el más profundo y perfecto respeto.

En palabras más simples, el hecho de que seamos hijos de Dios no quita que sintamos temor de Él, que sintamos el gran respeto que se merece, y ese respeto no es simple, sino que va mucho más allá del que sentimos por el prójimo.

Así mismo, el hijo de un rey no se le va a acercar, de ninguna forma, como se le acercaría un extraño cualquiera, porque un hijo no se acercaría a su padre con miedo sino con confianza, porque sabe que está hablándole es a su amado padre.

En este caso, nuestro padre es Dios, y el hecho de que seamos hijos de Él y sintamos temor, no debería concebirse como terror, como tenerle miedo, sino entender ese temor como el más grande y profundo respeto que le debemos como hijos al Padre más amoroso de Todos.

Ya que eso está aclarado, vamos a leer unos pasajes de la Biblia que hablan sobre la majestuosidad de Dios y el verdadero significado de tener temor a ÉL:

  • “¿A mí no me temeréis? dice Jehová. ¿No os amedrentaréis ante mí, que puse arena por término al mar, por ordenación eterna la cual no quebrantará? Se levantarán tempestades, mas no prevalecerán; bramarán sus ondas, mas no lo pasarán. No obstante, este pueblo tiene corazón falso y rebelde; se apartaron y se fueron. Y no dijeron en su corazón: Temamos ahora a Jehová Dios nuestro, que da lluvia temprana y tardía en su tiempo, y nos guarda los tiempos establecidos de la siega.” Jeremías 5:22-24
  • “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.” Proverbios 2:1-5
  • “Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso Y TEMEROSO DE DIOS con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.” Hechos 10:1-2

El temor a Dios se encuentra presente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, y de hecho hay diferencias en las concepciones de este término en ambos. Esa diferencia se debe a que ahora, gracias a la obra de nuestro Señor Jesucristo, existe una imagen de una relación con Dios mucho más positiva y cercana.

Ese cambio con respecto a la relación con Dios también debe ser considerado cuando buscamos comprender lo que realmente significa tener temor a Dios y por lo tanto, a su justicia.

Como lo entendimos con el ejemplo anterior, hay una gran diferencia entre el habitante de un pueblo que vive afuera del palacio, y el habitante que es el hijo del Rey. Los que viven afuera no se refieren al rey de la misma manera en la que sus propios hijos se refieren a él. Los extraños se refieren a él con terror porque no tienen ninguna confianza y le tienen miedo a su manera de hacer valer la justicia.

Pero no es de la misma forma para sus hijos, porque ellos se refieren a él y se acercan con confianza, sin tenerle terror pero sí respeto, a él y a su forma de aplicar la justicia. Y es de esa misma forma como la Biblia nos dice que nos acerquemos a Dios.

Por ejemplo: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:14-16

Si amamos a Dios no debemos tenerle terror, porque el terror se traduce en odio, y el odio y el amor no pueden coexistir. Si le tenemos terror a Él y a su justicia, entonces significa que en realidad no lo amamos de la forma correcta. Temer a Dios significa que nos acercamos a ÉL y aceptamos su justicia con confianza, pero sobre todo con mucho respeto. Si quieres tener más información sobre esto, te recomiendo el siguiente video:

Temer a Dios se traduce en hacer lo que es su voluntad, se traduce en avanzar con fe hacia lo que Dios ha dicho que es bueno para nosotros, incluso si aún no comprendemos de qué manera van a funcionar las cosas. Para los que temen a Dios, todo lo que Él diga tiene el mayor significado en comparación a cualquier otra cosa y no se trata de algo que se pueda negociar.

El temor a Dios, el respeto que debemos tenerle y su voluntad, más nuestra obediencia a ella, van siempre codo a codo. Y esto es porque los hijos no deben ser desobedientes, no está bien que un hijo le falte el respeto a su padre, ya que si de verdad lo aman, apreciarían su voluntad y querrían llevarla a cabo.

Amar y practicar la justicia

Que practiquemos la justicia es lo que nos pide el Señor, y no solo practicarla sino también amar la misericordia y caminar en humildad con Dios. Él nos creó y su deseo es que seamos una muestra de su alianza con los hombres, una luz para el mundo. El profeta Isaías nos habla sobre lo que es practicar la justicia en sus escritos. La justicia no es violencia, ni guerra, ni venganza, como se hacía durante Isaías, y él dio una nueva visión sobre la justicia que trajo el Hijo de Dios.

A los hombres nos encanta darle definición a términos como la justicia, pero Isaías define primero lo que no es practicar la justicia antes de darle una descripción a la palabra, entonces; la justicia no es gritar, tampoco es violencia ni imponer una orden. Esas podrán ser características de la justicia que le gusta ver a la gente, pero no es la de Dios. Isaías nos dice que la justicia de Dios llega a través de la verdad, y ser testigos de ella requiere resistencia, sacrificio y mucha paciencia.

Y como seres humanos, somos naturalmente impacientes, no podemos esperar a que Dios aplique su justicia, queremos que sea en este mismo momento, así sería Él el responsable de ella y no nosotros. Pero Dios nos dice que seamos sus herramientas para llevar a cabo el trabajo de justicia en la Tierra.

En el evangelio de Marco podemos leer: «Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos».

Ese pasaje nos sirve como una inspiración o instrucción para que los humanos aprendamos a servir a los demás, porque al ser siervos de Dios, somos responsables de llevar la justicia a todas las naciones.

Según Isaías, ¿Qué clase de siervo debemos ser? ¿Qué tipo de justicia debemos realizar? ¿A quién debemos llevarla? Pues, Dios nos dice que le llevemos la justicia a los enfermos, huérfanos, viudas, a los que no tienen hogar, a cualquier necesitado.

Es bien sabido que actualmente en la sociedad los ricos son quienes le dan definición y controlan lo que consideramos justicia, pero ellos no son quienes controlan la justicia de Dios, porque ella viene a la Tierra directamente a los necesitados, y nosotros somos quienes la traemos, como siervos de Dios.

Dios siempre está con nosotros, Isaías nos asegura que Dios no llamado en justicia. Nos ha tomado de la mano con el fin de que seamos las herramientas para lograr la salvación del mundo. El Señor nos creó y su deseo es que seamos la esperanza del mundo. Nuestro Padre nos hará fuertes para ser sus instrumentos, mientras brillamos con toda su gloria en un lugar que necesita de toda su justicia.

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