Las 7 palabras de Jesús en la cruz en un estado agonizante fueron breves, pero con un inmenso significado para la humanidad. Conoce de ellas las 7 palabras de Jesús aquí.
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Las 7 palabras
Luego de ser llevado fue humillado, torturado y juzgado, aún cuando Poncio Pilatos insistió en preguntar de qué se le acusaba y aún considerando que no había razones para una pena, Jesús de Nazaret fue juzgado por lo sacerdotes y el pueblo, pidiendo su muerte. Le hicieron cargar una Cruz que tenía el peso de todos los pecados que nos condenaban y a pesar de no ser culpable de nada por lo que fue juzgado y castigado, la llevó en silencio hacia el calvario. Las 7 palabras de Jesús marcan el inicio y fin de su agonía en la cruz.
En el trayecto fue escupido, golpeado, se burlaban del Rey de los Judíos. Al llegar al lugar donde sería crucificado con dos hombres que habían sido ladrones, no fue amarrado a la cruz de madera, Jesús fue clavado a la cruz. Allí indefenso y agonizante pronunció 7 palabras cada una de ellas con un inmenso significado. Las 7 palabras de Cristo en la Cruz las conoceremos en este artículo.
Luego de su agonía Jesús muere por el inmenso amor que sentía por nosotros, muere para salvar a la humanidad de sus pecados y de la muerte, para entregarnos con su resurrección su gracia, perdón y la vida eterna.
Muchas de las personas que se encontraban en ese momento de sufrimiento, entrega y agonía en el cual son pronunciadas las 7 palabras de Jesús, muchos no prestaron la suficiente atención, incluso cuando pronunciaba cada una de las 7 palabras de Jesús, se burlaban, no eran capaces de entender su significado. A continuación daremos a conocer las siete palabras de Jesús en la cruz y el mensaje que conlleva cada una de ella. La primera palabra de Jesús en la Cruz fue “Perdónalos Señor, porque no saben lo que hacen” estas palabras se encuentran en Lucas 23, versículo 24. Se encontraba nuestro padre Jesús sufriendo en la Cruz el dolor de haber sido crucificado de manera tan inhumana, habían sido clavados sus manos y sus pies. También debemos recordar que ya él había sido previamente torturado, azotado, humillado, golpeado, le habían colocado una corona de espinas y nunca jamás permitieron que se le diera agua, ni fuera atendido de ninguna manera para aliviar un poco su dolor. Siendo él nuestro Maestro y nuestro Salvador no perdió nunca su dignidad, su magnificencia, aún en una situación de tal vileza, él siempre fue sublime, a pesar de todo el maltrato recibido, de haber sido condenado por mentiras nunca permitió que el rencor hiciera presa a su corazón noble y puro. Estas palabras son una lección de amor, de perdón de magnanimidad. La oración fue ofrecida a todas esas personas que decidieron la muerte para él, también dirigida a todos los que le hicieron daño, a quienes de alguna manera lo traicionaron, es una oración ofrecida a la humanidad por la cual entregaba su vida. Jesús nunca dejo de orar, ni siquiera en esas condiciones de agonía, tristeza y dolor, dejó de pedir al Dios Padre Todopoderoso. Este es uno de los mensajes que debemos resaltar de esta su primera palabra, debemos seguir su ejemplo, por más difíciles que sean nuestros días debemos mantenernos en oración, es la manera de estar es contacto con el Dios Padre, es los que nos acerca, el que ora, vive. “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”, se encuentra en Lucas, 23: 43. Esta segunda palabra da fe de su misericordia, de su capacidad de perdón cuando nos arrepentimos de corazón de nuestros pecados. Uno de los ladrones al verlo a su lado como había sido maltratado y torturado y observar que se mantenía sin odios y sin rencor, que pidió el perdón para quienes lo habían colocado en esa Cruz, pudo reconocer su magnificencia y pidió perdón, a través de una súplica, el ladrón le dijo “acuérdate de mí cuando estés en tu reino” a lo que Jesús le contestó: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. En sus palabras se interpreta con claridad el perdón, la promesa de salvación a pesar de los pecados cometidos durante su vida, su respuesta la fundamenta en el reconocimiento de la fe que el ladrón puso en él. Con base en esta evidencia del perdón pidamos a nuestro Señor Padre Jesucristo, el perdón de nuestros pecados, pero debemos hacerlo de corazón, con el firme compromiso de incurrir de nuevo en ellos. En agonía pudo reconocer a su madre y a uno de sus más amados discípulos Jesús decidió para asegurar la vida de la mujer que lo trajo al mundo de los hombres decir estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. […] Hijo, ahí tienes a tu madre». Esta palabra se encuentra en Juan, 19: 26-27. Pueden imaginar una escena más dolorosa y triste, una madre viendo en la cruz a su hijo agonizar y el ver a su madre y a su amado discípulo, así como a todos aquellos que lo amaban y respetaban sin poder ayudarlo a calmar su dolor y a pesar de ese difícil y doloroso momento, no olvida sus deberes filiales y pide a Juan su discípulo más cercano que cuide de su madre. A través de esta hermosa palabra y este momento tan difícil, le regala a la humanidad un ejemplo de amor, a través de Juan nos hace hermanos porque a partir de ese momento somos como hijos adoptivos de la madre de Jesús, por lo tanto, todos somos hermanos. Se puso oscuro el día y Jesús dice: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». (Marcos 15: 34 y Mateo 27, 46). Podrá haber sentido tanto dolor y tanta aflicción en el alma que pensó que su padre el Dios Todopoderoso lo había abandonado, cómo sería el tormento por el que lo habían hecho pasar que sintió tanta desolación. Pidió piedad y nosotros hoy podemos sentirnos acompañados en nuestras soledades y tristezas, nunca nos sentiremos abandonados, estamos rodeados de hermanos con una vida a su servicio. Su sufrimiento sólo puede simbolizar el sufrimiento del ser humano aún teniendo una fortalecida fe. Pero Jesús fue desamparado temporalmente, para que todos pudiéramos ser amados para siempre. Jesús vino para ampararnos, para salvarnos y sufrió el dolor que debíamos haber sufrido incluso el desamparo del Dios Padre, aunque momentáneo lo hizo sentir un dolor profundo y lo reconocemos mi Señor. Tengo sed, (Juan, 19: 28). Jesús debió haber sentido mucha sed, es una necesidad natural en todos los seres vivos, pero su sed no era de agua, Jesús tenía una sed espiritual debía consumar la redención para nuestra salvación. Jesús tenía sed de nosotros, él podía reconocer en cada uno de aquellos que lo humillaron el poco valor que sentían por ellos mismos y no había nada que le interesara más en todo el mundo. Él en su agonía sentía sed por la ausencia de fe que había en aquellos que no se abrieron a él, que no tuvieron confianza. En su sed espiritual pide la confianza, pide siempre mantenernos cerca de su palabra de su ejemplo, esperaba con ansias confesáramos ante él nuestros pecados, de ser así él estaría feliz de ser nuestro Salvador. Aún en el momento más doloroso fuimos y somos lo más importante para él, no hay nada que Jesucristo no pueda perdonar y sanar. Su sed está referida a él como nuestro Redentor, su sed es infinita porque siempre querrá manifestarnos ante su Padre. Hay que tener sed al igual que Jesús tuvo sed en la Cruz, sed de gracia, sed de Eucaristía, sed de oración. Nunca nuestro esfuerzo por amarlo será mayor a su sacrificio, estamos llamados a proclamar su vida, evangelizar sus palabras para llenar la vida espiritual de nuestros prójimos. “Todo está consumado”, (Juan, 19: 30). Lejos de pensar que estas palabras se tratan sobre la proclamación de su muerte, son en realidad palabras de victoria, su misión redentora estaba ahora concluida, había cumplido cada una de las bendiciones que su Padre le había confiado. Esta palabra es considerada la más grande y significativa, ya que al estar consumada su misión y sentirse Jesús victorioso, estamos nosotros seguros de ser perdonados por el Señor. Al hacer un análisis de las 7 palabras de Jesús, vemos que ya había entregado una palabra para sus verdugos “perdónalos señor que no saben lo que hacen”, también había dicho una para el ladrón que se había arrepentido “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, una para su madre y su discípulo “Mujer allí tienes a tu Hijo, Hijo allí tienes a tu madre”. También había dicho dos palabras para sí, “Dios mío por qué me has abandonado” y “Tengo Sed”, sin embargo, estas palabras tienen una connotación que nos obliga moralmente a reflejarnos en ellas. Ahora en esta sexta palabra sí es un mensaje dirigido a nosotros, con toda la intención de fortalecer nuestra fe. Luego de su resurrección todos le preguntaron, por qué teniendo todo el poder en sus manos para librarse de tanto dolor, no había hecho nada, pues es en ese acto de sacrificio donde justamente se encuentra el secreto de esta palabra, al estar todo consumado, él se convertía en un testimonio para evangelizar el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Como después de conocer todo el sufrimiento y sacrificio realizado por Jesucristo, todo el dolor físico y espiritual que debió soportar para redimirnos ante el Padre Creador, de todos nuestros pecados, podemos tan sólo actuar hasta con cierta insolencia, si leemos o no la Biblia, si escuchamos o no la palabra de Dios, si vamos o no a la iglesia. La consumación de su misión nos obliga moralmente y espiritualmente a estar eternamente agradecidos, a ser hijos dignos de Jesucristo, a que nuestras obras sean coherentes con nuestras palabras, a tener fe de corazón. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. (Lucas, 23: 46). Ya al sentir que su alma dejaría su cuerpo, sólo quedaba encomendar su espíritu a Dios, todo ello con base en la confianza que irá a un mundo mejor. Luego de decir las 7 palabras de Jesús, él expiró. La muerte de Jesús en la Cruz era el triunfo de los hombres, cuando en realidad es el triunfo de Jesucristo, con su muerte mostraba la fidelidad al Dios Padre, había cumplido su misión y ahora se mostraba la Gloria de Dios. El sufrimiento de Jesús en la Cruz hasta su muerte sólo es una muestra de su entrega y plena confianza en la voluntad de su Padre, “Hágase tu voluntad”, él había cumplido y con un último esfuerzo y en una demostración clara de la fe y confianza que tenía en la voluntad de su Padre dice: “en tus manos encomiendo mi espíritu”. Al escuchar las palabras de Jesús, podemos visualizar la pascua. Cristo muerto y resucitado, intercede por nosotros ante el Padre. Nosotros morimos en Cristo y resucitamos con él para la gloria a Dios y nuestra salvación. La pascua es una celebración; el crucificado está vivo y nunca más morirá. Padre en tus manos encomiendo mi espíritu y el espíritu de todos mis hermanos que tomaron tu camino para hacer sus vidas entregándose a tu amor, porque tienen la confianza de entregar en cuerpo y alma, para ser aceptados por ti en el cumplimiento de la promesa de vida eterna. El que confía de corazón vive bien para no temer morir. Amén. La liturgia y las devociones son diferentes formas de culto o adoración cuya diferencia radica en que la liturgia es un culto público, mientras que las devociones son un culto privado. Con base en ello, podemos indicar que la liturgia es un tipo de adoración sistemática y obligatoria en las iglesias, mientras que las devociones son espontáneas. Ambas formas de culto deben estar conformadas por el elemento objetivo, como lo es el misterio o la acción de Dios, convirtiendo a la liturgia en una forma de piedad, mientras que la devoción está más dirigida a la cooperación entre hermanos a través de la acción de Dios. La liturgia es la celebración de los sacramentos los que conocemos en la iglesia como la Eucaristías, es un culto de adoración al Dios Padre Todopoderoso. En la Eucaristía se consagra el pan en el Cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre, ambas acciones dentro de la Eucaristía renueva el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús, es nuestro padre entregándose en el pan y el vino que se consagra. La Eucaristía es un encuentro de amor, aún siendo guiada es y será siempre una experiencia y un encuentro personal con Dios, por lo que se hace imposible describir ese encuentro de manera general. Siempre sé honesto, no olvides que Dios nos conoce y reconoce los nuestros corazones. Las 7 palabras de Jesús son una enseñanza en todo. Debemos agradecer su sacrificio, su dolor es nuestro testimonio. Si le ha gustado este artículo descubra más en:Primera palabra
Segunda palabra
Tercera palabra
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Quinta palabra
Sexta palabra
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Liturgia y devociones