Todos en algún momento afrontamos tiempos difíciles en los cuales no hay respuestas, pero Dios nunca olvida a sus hijos en apuros. Por este motivo, es necesario prestar atención a cómo ejecutar la oración de petición con urgencia para la pronta solución de los problemas.
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¿Tiene sentido la oración de petición?
Todos los judíos que conocen muy bien su religión están de acuerdo que Jesús en muchos momentos de su vida se encontró orando. De algún modo, todas las oraciones conocidas esconden una petición por hacer, sin importar cuál sea el motivo. Ahora la pregunta que surge es la siguiente: ¿Necesita Dios que siempre le pidamos algo a través de una plegaria?.
Una respuesta concreta puede hallarse en la siguiente cita:
«Al oráis, no os perdáis en palabras vacías, como lo hacen los paganos, creyendo que Dios los escuchará por orar mucho. Ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes que vosotros lo pidáis». (Mt 6,7-8).
Dicho esto, ¿Realmente tiene sentido solicitar un favor a Dios? En verdad no tiene sentido hacer esta práctica para exponer todo lo que un orador necesita. El Todopoderoso está presente en cada rincón, está en todas partes, por lo cual se vale de algún modo para saber cuáles son los problemas que afronta una persona o un colectivo. Asimismo, si se quiere desesperar a alguien, puede acudir a la oración al ánima sola para desesperar.
No tiene sentido hacer un rito a Dios para cambiar el paradigma que él mismo tiene previsto para alguna persona. Su voluntad es santa y perfecta, por tanto, la oración de petición es un modo de reafirmar la creencia en el Altísimo, con el propósito de sacar a flote determinada situación compleja. Dios no siempre puede brindar lo mejor de si, aunque se le pida, porque él ya tiene un destino trazado para cada hijo en la tierra.
Sin duda, el sentido para una oración de protección ha marcado la pauta y conducido a la polémica. Teólogos importantes como Andrés Torres Queiruga hace un llamado a la exhortación para que todas las personas dejen de realizar las plegarias en solicitud de un suceso urgente. Este personaje parte que el Altísimo siempre está dispuesto a brindar lo mejor de si, sin necesidad de acudir a una oración para alcanzar las metas como cristiano en apuros. Su principal premisa es esa: que Dios siempre estará preparado para brindar un aliento para quienes están en el abismo.
Nadie puede pedir algo cuando ya este hecho está ocurriendo en paralelo. Por ejemplo, un sujeto no tiene cabida decir «pásame el agua» cuando ya se la están pasando antes de dar la orden, o «ábreme la puerta» cuando ya se está abriendo sin necesidad de decirlo. Otro ejemplo claro es decir «perdóname» cuando existe la certeza que la persona ofendida ya ha olvidado el rencor para otorgar el perdón.
En su forma más literal, es entendible que la oración de petición no tenga sentido alguno. En alguna etapa del ritual, generalmente se aplica la frase «ten piedad de mí» como si Dios no la tuviese justo en ese momento, siendo todo lo contrario, porque si bien es cierto que no es completamente palpable tal piedad, Dios escucha con atención cada palabra explícita con devoción.
El sentido va más allá de la petición
Cabe mencionar que no corresponde sacar de su error a todas las personas de cualquier religión que imploran a Dios por un motivo urgente. Lo que ellos hacen no quiere decir que esté mal, bajo ningún concepto. El concepto de una oración de petición no puede basarse en la propia súplica, sino en una visión más abstracta que sobrepasa la propia súplica, intenta ir más allá de la misma.
Siempre es preciso tener un límite en estas oraciones para no caer en lamentos innecesarios, pero si manifestar la impotencia que el orador siente cuando pide por algo o alguien al Señor. Es adecuado recalcar que su presencia está en todas partes y que no echará por la borda cada una de las palabras planteadas. No hay que ver a Dios como una mala entidad, porque siempre está dispuesto a dar lo mejor para sus siervos, sin importar el grado de pecado que tengan sí muestra signos de conversión. Ese es el auténtico sentido de hacer una oración de petición real.
En todo caso, más que pedir algo a Dios, es mejor agradecer por todo lo bueno y las enseñanzas aprendidas por lo malo. No está mal visto que un sujeto llore mientras pide o agradece, porque es la mayor muestra de devoción que el Altísimo puede observar para otorgar cada uno de sus beneficios.
El hecho de la petición no involucra la acción de pedir en el sentido más literal, sino en la actitud con la que un rezador lo hace. Por eso, lo importante no es el tamaño de la petición, sino la humildad con que reza, la esperanza a recibir y siempre con optimismo de ser atendido(a). Para aclamar mejor el cuerpo y la sangre de Cristo, echa un vistazo a la importante oración al Santísimo Sacramento.
No es Dios quien cambia, sino nosotros
El rezador no implora la oración de petición para que Dios otorgue todo lo que llega a necesitar en un momento determinado. Es imposible pensar que con el rito pueda cambiarse la esencia del Todopoderoso, porque Dios siempre será Dios hasta el final de la existencia.
Dios siempre puede dar, ser misericordioso en todos los momentos de apremio, solamente corresponde dejar que él sea la entidad que merecemos en cada uno. La oración es para acogerlo, sin cambiar nada de su naturaleza, recibir sus dones y transformarlos en bienaventuranzas para alejar el pecado del proceder diario. El Altísimo no es capaz de otorgar una bendición desde afuera, creyendo que así conduce a los milagros, o que Dios no puede ser para todos, sino para un grupo selecto que sólo se dedica a orar.
La oración de petición debe verse como una herramienta en la que Dios tiene en sus manos el bien, que logra brindarlo a todo el mundo y para beneficio propio.
Rezar uno por los otros
Cada vez que se lleva a cabo una oración de petición para una tercera persona, no está bien visto indicar que sea generoso con ella, sino bendecirlo hasta el último instante de su vida. En la medida que el ritual verbal avanza, el rezador se convierte en un «portavoz de Dios» para que él atribuya sus dones para quien ora y el beneficiado.
Cuando se reza por una persona, el orador deberá despertar un gran sentimiento de solidaridad para que los presentes consuelan su tristeza o desconsuelo. Es una manera magnifica de transmitir la intercesión, con fuerza, júbilo y poder, hasta que la palabra sea más poderosa.
Orar unos a los otros es sinónimo de una intercesión mutual, en la que quede constancia de apoyo y comprensión entre quienes están reunidos en plegarias a Dios. El propio Jesús siempre mantuvo una imagen filial con Dios y al mismo tiempo, su apoyo a los hombres. Esto queda estipulado en la siguiente cita ubicada en Mt 6,26:
«Fijaos en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta».
Esta idea se mantiene hasta en Mt 10,29-31:
«No se vende un pan de pájaros, así sea por poco dinero. Y, sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, vosotros valéis más que todos los pájaros».
Los párrafos extraídos son para tener una idea del inmenso amor que Jesús siente por cada cristiano que habita en este mundo. Su amor jamás está condicionado, pese a los fallos que cada quien cometa en su contra.
Credo
Creo en un solo Dios, que es Todopoderoso, justo y verdadero, creador del cielo y de la tierra, de todo lo que es visible e invisible. Creo en María, por ser la madre de Dios, porque la he visto y me ha confiado a su hijo para el perdón de todos mis pecados.
Creo en Jesús, que más por ser un hombre justo y honorable, es el mensajero de las buenas noticias, el repartidor del verbo divino. La palabra entre nosotros está presente por causa de Jesús. Creo en él, en su madre y San José obrero, honorable padre de familia que veló por el bienestar de su gente. Amén.
Oración potente para una petición desesperada
Se considera una oración de petición a modo de emergencia para cumplir con un propósito que desgarra el alma de quien la reza. La mejor alternativa es aferrarse a la confianza de Nuestro Señor Jesucristo, para confiar en que tenderá su mano para la pronta mediación de tal conflicto. No hay que desviar la fe en que todo se solucionará, hasta obtener un poco de paz y armonía con su finalización.
Oh Jesucristo, que a lo largo de nuestras vidas hemos aprendido que eres pura filosofía, gran verdad universal y único sendero iluminado para escapar de todas las aflicciones posibles que nos aquejan. Señor Jesús, que con mucho júbilo declaraste “Pedid y se os dará, buscad y hallareis, llamad y se os abrirá”, interviene, con ayuda de tu fabulosa madre para aliviar todos mis problemas que rompen en pedazos mi corazón. Acrecienta mi fe, para no desviar en camino hacia los pensamientos paganos, u olvidar que existes y eres verdadero.
En todo este tiempo no se ha detenido mi desconsuelo, pero mi corazón deposita gran confianza en ti para hacerte la siguiente petición (se expone con mucho detalle el problema urgente que desea ser resuelto).
Oh Jesucristo, tú que reinas en el cielo, por ser el unigénito hijo del Todopoderoso, que vive y goza en cada uno de nuestros corazones. Tú, que siempre dijiste que cualquier favor a tu nombre será concedido sin inconvenientes, me postro frente a tus pies, con ojos llorosos y corazón adolorido para implorar por (se repite la petición desesperada) que por intervención de la magna María, que conduzca mis penas hasta transformarlas en un alma sencilla.
Padre Celestial, en ti confío este importante favor, porque mis manos son débiles para encontrar una solución por cuenta propia (acá nuevamente se repite la petición, con mucha fe y esperanza de cumplirse).
Dulce y amaro Jesucristo, tú que naciste bajo el vientre de María, la virgen, en gracia del Espíritu Santo y por comunicación del Ángel Gabriel. Hoy te venero, por vencer el mal en todas sus expresiones y por derrotar los estigmas de la muerte. Hoy sé quién cree en ti, no morirá para siempre.
Señor de Señores, tú que dijiste que el cielo y tierra pasarán, pero que tu palabra permanecerá en cada uno de nosotros. Por intervención de la virgen María, nuevamente me acerco hasta su santa y venerable imagen para solicitar lo siguiente (una vez más se repite el favor a conceder).
Piadoso Jesús, que llegaste a exclamar «ven, sígueme» te pido en esta ocasión especial para que seas mi mapa y no perderme en el camino. Sana mi corazón afligido, que no consigue paz ni sosiego. Calma mi alma atormentada, hasta sentir un poco de esperanza. Creo en ti, mi esperanza está puesta en esta oración de petición. Sé por siempre mi brújula y mi destino de calma, hasta encontrar la solución a todas mis angustias que hoy día no me dejan dormir, respirar en tranquilidad, ni vivir con mansedumbre. Así sea.