Las primeras comunidades cristianas se empezaron a formar cuando los Apóstoles, según mandato de Jesucristo, se dedicaron a la predicación del Evangelio por todas partes. En el presente post veremos las características más resaltantes de estas comunidades, sus fracasos y sus aciertos.
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Primeras comunidades cristianas
Estas primeras comunidades cristianas, que surgieron a raíz del llamado de Jesús en Pentecostes, aunado al discurso de Pedro, se organizaron de manera tal de cumplir con la misión que le fuera llegada a los discípulos de Dios de llevar a todos los pueblos la Palabra de Dios mediante:
- La enseñanza de los Apóstoles.
- La comunión fraterna.
- La fracción o partición del pan, que se constituiría en la eucaristía.
- La oración.
Los miembros de estas nacientes comunidades seguían cumpliendo los preceptos del judaísmo, por lo que eran bien considerados por el pueblo. Además, solían compartir los bienes de la comunidad en igualdad, como en familia. Este tipo de comunión fraternal lo encontramos también en la comunión espiritual.
Ahora bien, según el libro Hechos de los Apóstoles se distinguían entre los cristianos tres maneras de agruparse; a saber:
- Dentro de una comunidad propiamente dicha.
- Según su relación con Dios.
- De acuerdo con la actividad o misión que cumplían para con el prójimo.
Dentro de una comunidad propiamente dicha
En estas primeras comunidades cristianas se establecía entre los miembros una especie de unión de todos y de todo, por lo que las actividades se hacían todas en «Comunión», lo que implicaba una relación de reciprocidad muy estrecha entre los miembros.
Para llegar a esa comunión se debían fundamentar en la fe en Jesús, pues es así que se podían sentir y actuar como verdaderos hermanos. De hecho, vivían unidos como en una fraternidad, compartiendo sus bienes con los que lo necesitaban.
También solían reunirse a menudo con los apóstoles, pues a través de ellos eran que sentían el impulso de convivir en comunidad.
Los apóstoles les impartían sus enseñanzas y conocimientos que tenían sobre la vida de Jesús. Se alimentaban con su predicación, lo cual redundaba en un crecimiento de la fe y la unión. La gente al verlos decía: «Mirad como se aman».
Según su relación con Dios
Esta relación se sustentaba en la oración, los rituales y las celebraciones que programaban y realizaban en comunidad.
La oración se había constituido en una actividad cotidiana y frecuente entre los primeros cristianos.
Se podía practicar en el templo, en Jerusalén, pero también se podía hacer en sus casas, pues para ese entonces no había aún iglesias. En ocasiones especiales también oraban cuando les era preciso tomar una decisión importante o si algún hermano estaba en peligro, pero estas oraciones frecuentemente iban acompañadas con algún rito.
Otro ceremonial que realizaban a menudo era el bautismo como rito de entrada en la comunidad y, con ello, la imposición de las manos para la transmisión del Espíritu Santo o para algún encargo especial de la comunidad.
De acuerdo con la actividad o misión que cumplían para con el prójimo
Los cristianos de las primeras comunidades sabían perfectamente que el evangelio era la buena noticia que Cristo les legó, por lo que su tarea era hacerlo llegar a todos mediante la predicación.
Por tal motivo, todos los miembros de la comunidad, no solo los apóstoles, aun cuando ellos tenían la misión principal, se dedicaban a predicar y anunciar en todas partes y para todos, el evangelio.
Esta misión es la que debían cumplir y a la que mayor tiempo dedicaban todos los que creían en Jesús.
¿Cómo eran esas primeras comunidades cristianas?
Guiados e inspirados constantemente por la Palabra de Dios a la cual acudían en todo momento, podemos señalar que en esas primeras comunidades cristianas, sus miembros actuaban con el fervor que sentían por enaltecer y alabar a Dios.
Ese era su principal alimento, que los motivaba a seguir adelante, a pesar de las vicisitudes, e incluso si se encontraban en situaciones difíciles o, a veces, dolorosas. Esto les llenó de una forma nueva de ver la vida.
Como bien lo expresara el papa Francisco en una de sus muchas locuciones:
«Compartiendo la Palabra de Dios y también el pan, la Iglesia se convierte en fermento de un mundo nuevo».
Estas palabras muy bien aplican al sentir de aquellas comunidades en las que el amor a Dios y al prójimo, la caridad y la esperanza eran sentimientos compartidos en todo momento.
Al respecto, en el Libro de Hechos de los Apóstoles, el mismo San Lucas nos da cuenta de cómo era la Iglesia de Jerusalén en esa época en la que la comunidad cristiana se vio enfrentada a tantos paradigmas y circunstancias contradictorias que no habían vivido antes.
Sin embargo, el Amor a Dios que los Ápostoles les infundían los animaba a seguir ese camino que les era trazado.
En esas primeras comunidades cristianas se observó cómo los creyentes vivían y compartían todo, sabiendo y teniendo presente el vínculo que los unía, que no era más el de ser hermanos en Cristo. Se sentían sobre todo llamados a perseverar en Dios, a compartir con el prójimo sus bienes de todo tipo, material y espiritual, según lo que cada quien necesitara.
También este libro de los Hechos agrega que los Apóstoles tenían por costumbre diaria, y así lo inculcaron a los demás, el asistir al templo, al que consideraban su hogar. Aquellos que por alguna circunstancia se le dificultaba hacerlo, eran instados a orar en sus casas, a partir el pan y compartirlo entre los presentes, siempre en alabanza a Dios, tal como si estuvieran en la eucaristía.
Esto ya se tenía como un precepto vivo y latente en esos tiempos, según cómo vivían las primeras comunidades cristianas.
Igualmente, incentivaron entre los devotos de la comunidad, escuchar constantemente la Palabra y a los que podían hacerlo, predicarla a su semejante más cercano.
San Lucas, además, nos señala que a diario el Señor le confiere a todo aquel, que ha sido perdonado por su infinita misericordia, perseverancia para continuar en la alianza con Dios y con sus hermanos. Esta alianza se convierte en fuente de atracción que fascina y conquista a los demás.
La prioridad es la organización
En sus inicios los Apóstoles asumieron la gran mayoría de las responsabilidades como una suerte de enseñar a todos el cómo hacer las cosas según los designios del Señor Jesucristo. Ellos fueron los que definieron y desarrollaron las tareas y servicios que se debían implementar dentro de la comunidad.
Con el tiempo las comunidades crecieron y con ello, por supuesto, la cantidad de fieles por atender, por lo que se dificultó para los Apóstoles poder cubrir todas las áreas y encargarse de todos los servicios.
Surgió entonces la necesidad de designar personas para que asumieran ciertos servicios. Se implementó el rito de imponer las manos para nombrar los «encargados» de dichos trabajos. Al principio todas las responsabilidades y servicios dentro de la comunidad correspondían directamente a los apóstoles.
Se acordó llamar “ministerios” a estos servicios. Este vocablo “ministerio” proviene del latín y se usaba con el significado de servicio.
De esta manera se instauraron dos servicios principales; a saber:
- El ministerio de la Palabra, de la predicación de evangelio y de la vigilancia de que el evangelio predicado era el de Jesús.
- El ministerio de presidir la comunidad y de servirla en sus necesidades espirituales y materiales.
En el primer ministerio, el de la Palabra, se imponía el rol que debían desempeñar los apóstoles, en virtud de que son ellos los que predicaban el evangelio y los encargados de instruir y designar a otros para que lo hicieran en su nombre.
Además de estos dos primeros servicios, surgieron otros que se iban implementando según se iba presentando la necesidad o según las circunstancias lo requirieran. Así, entre esos otros ministerios se encontraban el de las colectas, el de los enviados especiales, los profetas, los doctores, entre otros.
Por supuesto, que en los inicios de la Iglesia primitiva se instauraron muchos ministerios que diferían de una comunidad a otra, de acuerdo a la ubicación y características del lugar.
Se cuenta que al final del siglo I quedaron desde ese entonces instaurados los tres ministerios más estructurados y que han permanecido a través del tiempo en las comunidades. Estos son: el obispo, los presbíteros y los diáconos.
Para todos estos servicios se requerían que el ideal a seguir fuera la conducta que Jesús tuvo para con sus discípulos. De manera que es válido decir que en ese momento, y ahora también, toda la autoridad de la Iglesia es un servicio a la comunidad. En la oración al Santísimo Sacramento encontramos atributos que nos hablan del servicio espiritual que presta la Iglesia.
Surgieron los conflictos
Como bien es sabido por todos, en un principio todos los cristianos procedían del judaísmo y como tal eran judíos practicantes. Por algún tiempo ciertas prácticas judías se mantuvieron como lo fue la circuncisión y las oraciones en el templo.
No obstante, cuando se inició la etapa de expansión de la predicación y proclamación del evangelio y se llegó a ciudades como Antioquía de Siria, resultó que en esos sitios los judíos constituían una pequeña minoría, lo que llevó a que los que se convirtieron a la religión no fueron judíos, sino paganos.
Surgió entonces la disyuntiva en cuanto a si era imperativo obligar a los convertidos del paganismo a que practicaran los rituales judíos como el de la circuncisión.
Se acordó que este tipo de problema se debía resolver con la mediación de los Apóstoles, pues eran estos los encargados de la auténtica predicación de Jesús.
Así en reunión sobre el problema en Jerusalén, Pedro representando a los Apóstoles y a los responsables de las comunidades, puntualizó que lo importante y prioritario era salvar y proteger la fe que se tenía en Jesús, no enfocarse en si se cumple la ley, por lo que su parecer era que ya los paganos habían recibido al Espíritu Santo y eran parte de la fe.
Santiago estuvo de acuerdo con esa resolución. De allí se aprobó que los Apóstoles enviaran una carta a Antioquía para tranquilizar a los hermanos sobre el conflicto que se había presentado y se les hizo saber lo resuelto y sobre la referencia al Espíritu Santo.
De este conflicto y de los acuerdos en esta asamblea de Jerusalén, la Iglesia como institución alcanzó poner en claro tres fundamentos importantes, que aún tienen vigencia:
- Los cristianos no son una secta del judaísmo.
- Lo que importa es la fe en Jesús El Salvador, no cumplir leyes.
- La salvación es para todos los pueblos de la tierra.
Los acuerdos y resultados de esta asamblea no agregaron ninguna nueva norma, por el contrario, se eliminaron algunas.
Primeras persecuciones
En virtud de enfrentamientos de tipo religioso que surgieron por disparidad de pareceres, se presentaron las primeras dificultades de los judíos relacionado con su poder que querían hacer prevalecer por encima de todo.
Era un punto de honor para ellos que el Sumo Sacerdote judío no podía permitir que se cuestionara su enseñanza sobre el anunciar que Jesús era el Mesías, que había resucitado y que el Espíritu prometido por los profetas había sido enviado.
Surgieron acusaciones contra los Apóstoles y contra algunos ministros como Esteban. Ellos debieron sufrir las acusaciones que hacía el poder religioso judío respaldado por algunos radicales que de manera súbita se habían unido a su causa.
Es de acotar que no siempre se hicieron persecuciones contra los cristianos. Las mismas sucedían cuando los poderes religiosos judíos se sentían que perdían autoridad ante el auge que estaba teniendo la doctrina cristiana.
No obstante, hubo dispersiones de cristianos provocadas por algunas de las persecuciones. Sin embargo, las persecuciones, de alguna manera, resultaron beneficiosas para la causa de la predicación del evangelio, ya que los cristianos se veían obligados a emigrar a otros países en los que podían predicar el evangelio amplia y libremente hasta cierta medida.
Pudieron así seguir dando sus testimonios de Jesús, como testigos y mártires de la Iglesia de Dios. De estos mártires sobresale Esteban, de quien se dice fue el primer mártir de la Iglesia.
Se sucedieron así una serie de persecuciones en varias regiones del Imperio Romano, en el que en un principio habían tomado al cristianismo como secta judía y en el año 68 en la época de la muerte de Nerón, se pensaba que estaba en rivalidad con la religión romana.
Pero el cristianismo siguió ganando adeptos, su feligresía continuó diversificándose y creciendo en número, pero también en sabiduría, experiencia y confianza. Así, a comienzos del siglo IV los jerarcas del imperio, ante el crecimiento de la fe cristiana en todo el imperio, tenían el problema de aceptarlo plenamente o eliminarlo de raíz.
El emperador Diocleciano decidió eliminarlo, pero fracasó en su intentó por las dimensiones que había alcanzado la fe cristiana, y poco después Constantino I el Grande, convertido a la fe, creó un imperio cristiano, con lo cual quedaba reconocido y aceptado el cristianismo.
La caridad en esas primeras comunidades cristianas
La caridad es tema constante en múltiples asambleas y celebraciones cristianas y muchas de las bases para su práctica y consolidación se toman de las experiencias de la vida fraternal de esas primeras comunidades cristianas.
Muchas de estas evidencias se encuentran en el Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 42-47; 4, 32-35), las cuales sirven de referencia de cómo poner en práctica la caridad y el amor al prójimo en nuestros días.
Se señala, no obstante, que no es conveniente idealizar la experiencia de caridad de esas comunidades de Jerusalén, pues el fervor de esos comienzos no garantiza que hoy funcionaría, aparte de que existen otros modelos y formas de practicar la caridad que muy bien pueden servir de modelo. Para mayor comprensión de la caridad bíblicamente concebida podemos acudir al significado de la virtud de la caridad.
Todos los escritos que nos hablan de esas primeras experiencias de caridad en aquellas primeras comunidades cristianas, dan evidencia de vivencias disimiles y todas dependiendo del criterio del que escribe, pero también otros ofrecen esperanzas, luchas, inquietudes, así como duda, desilusiones y referencia a problemas reales que debieron padecer esos primeros cristianos.
De allí que para que podamos deducir y extraer un modelo a seguir o, por el contrario, rechazar, como bien hemos visto, las vivencias que se describen en los textos referidos a esas primeras comunidades cristianas pueden muy bien ser aplicables tanto a la vida de entonces, como a la de hoy.
Refiriéndonos en concreto a la caridad, tal como se vivió en aquella época, y es lo que se desea resaltar en este segmento, podemos inferir por los documentos que se han revisado, que no fue una experiencia fácil la que tuvieron que atravesar en aquella época, pues hubo situaciones espinosas a las que se enfrentaron dentro de la misma comunidad:
- A veces ocasionadas por disparidad de caracteres y pareceres.
- Otras veces por envidias de otros grupos existentes y rivales de esos tiempos.
- También por el gran esfuerzo que debían hacer al enfrentar al enemigo a quien, a pesar de todo y por designio divino, debían amar tal como lo decía Jesús, aun cuando ese enemigo no se dejara amar.
No obstante, experimentaron y desarrollaron una capacidad caritativa derivada de aquellos discípulos en el siglo I de la era cristiana.
Esta capacidad y trayectoria caritativa, al revisar la herencia recibida de sus antepasados en la fe, constituyó un legado que data de los tiempos del Antiguo Testamento, cuando se fomentó el amor tanto a Dios como al prójimo.
Más tarde con la encarnación del Hijo, ese amor y esa caridad se manifestaron con mayor auge como un hecho único en el que Jesús vino al mundo para experimentar como Dios y como hombre el amor bajo la condición divina y la humana y evidenciar en carne propia como ama un ser humano y como es el sentirse amado y dar caridad.
Asimismo, conocer en su propia persona lo que es la caridad y el amar a los otros hasta el punto de llegar al sacrificio.
Al respecto, Jesús señala que inspirados por el amor a Dios, el hombre puede ser capaz de amar a sus semejantes tanto como ama a Dios.
Vemos, entonces, como desde el mismo Antiguo Testamento se establecen los designios de dar y recibir amor. Los encontramos en el primer mandamiento de amar a Dios complementado con el de amar al prójimo como a uno mismo.
En el Nuevo Testamento, igualmente, se da cuenta de estos atributos de caridad que se desplegaba en estas comunidades. Así lo leemos en:
En ese mismo pasaje se habla de que los creyentes de esas comunidades vivían juntos y tenían todo lo necesario para una convivencia en común. Se habla también de que se vendían las posesiones de algún miembro de la comunidad y lo obtenido por dicha venta se distribuían entre todos según la necesidad de cada quien.
Nos relata igualmente sobre la participación diaria en los oficios del templo, el compartir el pan en las casas con alegría de corazón, alabando al Señor y agradeciendo sus favores. Se refiere el pasaje al incremento del grupo por los nuevos creyentes que entraban por el camino de la salvación.
Hechos 4,32-27, el cual hace referencia al corazón y alma únicos de todos los creyentes, a su compartir todo lo que poseían. En las enseñanzas los Apóstoles daban cuenta de la resurrección de Jesús.
Se hace mención a que nadie era indigente, pues todos eran poseedores de casas y haciendas que vendían y lo obtenido lo llevaban a los Apóstoles para que fuera distribuido entre todos, considerando la necesidad que tuviera cada quien.
Estas primeras comunidades cristianas se hicieron a través de tres líneas de acción iniciales, las cuales fueron implantadas de manera simultánea para luego irse consolidando hasta su instauración definitiva. Se inspiraron en ideales como los que señalados en la creación de Dios según la Biblia. Dichas fases fueron:
1era parte – En esta parte se consideró al Primer Grupo de apóstoles y fieles, así como la conformación de la Comunidad de Jerusalén. En el Primer Grupo se presentaron ciertos aspectos a considerar sobre su implementación:
- Pentecostés: Se debió tomar en cuenta la inclusión de todos los creyentes de Pentecostés.
- Cristianos: Se argumentó sobre la factibilidad de incluir a todos los que ese entonces se consideraban como cristianos.
- Aplicación de la circuncisión: Se debía tomar una decisión, en cuanto a este rito, ya que muchos miembros de esas primeras comunidades, eran paganos convertidos que poco a poco se fueron acogiendo a la fe hasta su posterior conversión.
En la Comunidad de Jerusalén se incluyeron otros elementos para la conformación de la comunidad como tal; a saber:
- Cómo sería la autoridad de los Apóstoles.
- La organización de la comunidad.
- El nuevo pueblo de Dios que conformaría la comunidad.
- La atención que se debía dar a los pobres y más necesitados.
2da parte – Esta parte incluía la separación del Judaísmo y la conformación de la comunidad de Antioquía.
En cuanto a la separación del Judaísmo se tomaron en cuenta aspectos como:
- Los conflictos que se tuvieron que enfrentar y resolver.
- La autoridad y decisiones emanadas de Pedro.
- La concertación de concilios para la resolución de problemas.
En cuanto a la Comunidad de Antioquía, allí se plantearon varias problemáticas:
- Las persecuciones.
- El carácter pluralista de las comunidades.
- La condición de los profetas y doctores.
- El nombre de cristianos, cuestionado para esos momentos.
- La iniciación de la cristiandad universal.
3era parte – Se presenta en esta parte la actuación de San Pablo, en cuanto a su vida y su doctrina, en virtud de su influencia en estas comunidades.
La vida de San Pablo, se consideró:
- Su etapa de perseguidor de cristianos.
- Su conversión.
- Apóstol de los gentiles.
Doctrina, incluye aspectos tales como:
- Igualdad de todos.
- Cristo como único Señor.
- Cuerpo místico de Cristo.
- El amor como lo más importante.
- Segunda venida de Jesús.