Los misterios dolorosos cuentan la historia de nuestro Señor Jesucristo de su amor y sacrificio. En este artículo te enseñaremos a rezar el Santo Rosario y sus misterios dolorosos.
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Misterios dolorosos
Los misterios Dolorosos permiten recorrer algunos de los momentos por los cuales debió pasar nuestro Padre Jesucristo cuando mostraba a la humanidad su pasión, el clímax de la muestra de su amor por cada uno de nosotros, el sacrificio de su vida como hombre en la tierra para lograr nuestra Salvación.
La humanidad merecía el máximo castigo, Dios misericordioso nos entregó y puso a nuestro alcance todas las oportunidades para reconocer el camino de su palabra, sin embargo, la humanidad desobedeció con vehemencia y prepotencia, es por ello, que Dios decide enseñar a la humanidad, sin embargo, nuestro amado Jesús, nos amaba con tanta entrega que fue capaz de dar su vida como hombre en la tierra, y recibir por nosotros el castigo y todo el dolor que él no merecía.
Reconoceremos a través de los misterios dolorosos que Jesucristo con su muerte y resurrección nos entregó la posibilidad de la vida eterna.
Oración inicial
Al rezar los Misterios Dolorosos debemos hacer un acto de reflexión, es un momento en donde con toda sinceridad estamos haciendo un reconocimiento de todo lo que sufrió y padeció nuestro amado Padre, es una manera de ver su sufrimiento desde los ojos de su madre, quién más que su propia madre y su padre, nuestro Altísimo Dios supremo padre todopoderoso, pueden haber sufrido más la agonía y sacrificio de nuestro amado Jesucristo.
Es por ello, que para realmente conectarnos con esos momentos a través de los momentos dolorosos del santo rosario acompañamos a María en ese largo y doloroso camino, para conectarnos con el dolor por ella padecido en momentos de gran sufrimiento de único hijo, la manera de hacerlo es a través del santo rosario y sus misterios dolorosos para acercarnos de corazón a él.
Hacemos un acto de contrición, con la cabeza inclinada y nuestras manos unidas en señal de nuestro amor, respeto y fe, decimos: Padre nuestro, Señor mío Jesucristo, nuestro Padre y Redentor, por ser tú un ser de bondad infinita y porque nos amas por sobre todas las cosas, te pido perdón si te he ofendido con mis acciones, me arrepiento de todo corazón y acepto si debes castigarme y no interceder por mí ante tu padre y no pueda yo disfrutar de la vida eterna.
Pero conociendo de tu divina gracia, prometo no pecar más y seguir firmemente y sin desviarme tu palabra y ejemplo amado Padre, dando gracias por todo la misericordia recibida. Amén. Rezamos un Credo: Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado.
Luego de su muerte descendió a los infiernos, resucitando a los tres días de entre los muertos, luego subió hasta los cielos y se encuentra sentado a la diestra del Dios Padre. Desde ese lugar juzgará a los vivos y a los muertos. Creemos en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia, en la comunión de los santos, el perdón de todos nuestros pecados, la resurrección, la vida eterna. Amén
La oración en el huerto de los Olivos
Nuestro amado Padre cayó en una gran tristeza y oró con fuerte pasión para encontrar fuerza y confianza. Su Padre le envío un ángel para confortarlo, él es para nosotros ese ángel confortador, su palabra lo señala: «¿Cuál razón tienen para preocuparse en las dificultades?” Debemos ser fuertes en él, con esta oración reconocemos su fuerza en las horas más dolorosas, y encomendándonos a Dios y cumpliendo su mandato triunfaremos.
Jesús llegó a un lugar llamado Getsemaní, y pidió a sus discípulos que se sentaran y esperaran mientras él iba a un lugar cercano a orar. Tocando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a angustiarse y a entristecerse. Entonces Jesús se dirigió a ellos y les confesó “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”.
Debemos rezar un Padre Nuestro, diez Ave Marías y un Gloria.
La flagelación del Señor
Llegó el amanecer y todos los sacerdotes principales y ancianos del pueblo se reunieron en consejo para enjuiciar a Jesús, ya era una decisión entre ellos entregarle a la muerte. Le llevaron atado hasta Poncio Pilatos, quien era el Gobernador. Pilatos les preguntó ¿Qué haré de Jesús, llamado el Cristo? A lo que todos contestaron “Que sea Crucificado”.
Poncio Pilatos les preguntó ¿Qué mal ha hecho para merecer ese castigo?, sin embargo, todos gritaban y mantenían su decisión de que fuera crucificado. Como no desistían de su posición Poncio Pilatos tomó agua y delante del pueblo lavó sus manos en señal de no hacerse responsable por la decisión de ellos.
Al lavar sus manos Poncio Pilatos se declara inocente por la sangre que derramaría un justo. Insistió ante los judíos que no encontraba en Jesús ninguna culpa. Con una nueva oportunidad recordó que existe la costumbre de liberar a uno por la Pascua, y preguntó ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? gritaron de nuevo: no, liberen a Barrabás, eligieron liberar a un ladrón y no al Rey de los Judíos. Pilato mandó que azotaran a Jesús.
Cuánto dolor, sangre y tormento sobre el cuerpo de Jesús, sus verdugos humillaron, insultaron y golpearon a Jesús hasta su propio cansancio, agotaron incluso sus fuerzas reunidas de tanto golpear a un inocente. Perdona Señor todos nuestros pecados, permítenos aceptar los insultos por amor a ti Señor nuestro, Padre nuestro.
La coronación de espinas
Había trenzado una corona con espinas, la cual colocaron con fuerza brutal en su cabeza hasta hacerlo sangrar y colocaron en su mano derecho un bastón o caña y en burla hacían reverencia ante Jesús diciendo: «¡Viva el rey de los judíos!» Lo escupían en la cara y con la caña golpeaban su cabeza. Mateos 27, versículo 27-31.
¿Cómo no sentir su dolor?, cómo no indignarnos ante tanta humillación, fue tratado como culpable de nuestros pecados. No podemos ante esta realidad desesperarnos cuando sufrimos, nunca el mayor de nuestros sufrimientos será semejante al de nuestro Padre Jesucristo. Cuando estemos pasando por un fuerte sufrimiento debemos recordar la coronación de espinas y encontrar en este uno de los misterios dolorosos, la fuerza, la paciencia y la fe y aceptar las humillaciones que Jesús recibió por nosotros.
El señor con la cruz a cuestas
Jesús con la cruz a cuestas salió hacia el lugar llamado Gólgota. Lo seguía muchísima gente sobre todo mujeres que se lamentaban por su suerte. Jesús les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren mejor por ustedes mismas y por sus hijos, porque llegará el día que dirán: felices las madres sin hijos, felices las mujeres que no dieron a luz ni amamantaron.
En su recorrido hacia el calvario, Jesús ve a su madre, sólo imaginemos el momento en que se miran, es inimaginable el dolor que deben haber sentido. Permítenos Señor la gracia de aceptar nuestra propia cruz, para liberarlo de más dolor.
Crucifixión y muerte del Señor
Conclusión
Luego de rezar el Santo rosario el martes y el Santo rosario el viernes, podemos reconocer en cada uno de los misterios dolorosos por todo lo que tuvo que pasar Jesús para que fueran perdonados nuestro pecados. Revivimos con su lectura el dolor de la traición en el primer misterio doloroso, podemos sentir el dolor de su heridas en la flagelación, segundo misterio doloroso. La humillación de la burla al ser coronado Rey de los judíos con una corona de espinas, su trayecto hacia El Calvario, vivir cada una de sus caídas y por último el dolor de su muerte.
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